Por Mary Carmen Loyola

Genocidio es definido por el diccionario la Real Academia Española como “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”.

Es triste y abrumador pensar que el ser humano tiene una capacidad genocida y la historia nos lo ha demostrado en numerosas ocasiones. Como ejemplos podemos mostrar lo que las evidencias arqueológicas nos cuentan de la cultura azteca: anualmente se sacrificaban alrededor de 30,000 personas capturadas durante la guerra con otros pueblos indígenas. La antropóloga australiana Inga Clendinnen establece que lo único que puede compararse a tal genocidio es el holocausto nazi (1941-1945), durante la Segunda Guerra Mundial el cual reporta cerca de 6 millones de víctimas.

Aleksandr Solzhenitsyn escritor e historiador ruso y Premio Nobel de Literatura en 1970, habla de la impresionante cifra de 67,7 millones de muertos (1917-1959) bajo el régimen soviético en su libro titulado Archipiélago Gulag, publicado durante la Perestroika.

Otro ejemplo no menos cruel es el del silencioso genocidio armenio (1915-1923), considerado el primero del siglo XX, el cual supuso más de un millón de víctimas y que es actualmente negado por el estado turco. Estos hechos provocaron la desaparición de la mitad de la población armenia y el inicio de una diáspora que aún continúa.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se fundó en 1948 la Convención de Naciones Unidas para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. La ONU establece el genocidio como “un delito internacional, enmarcado dentro del grupo de crímenes contra la Humanidad, perpetrado por un gobierno con la intención de exterminar sistemáticamente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso; bien asesinando a los miembros del grupo o menoscabando su integridad física o mental, o bien sometimiento al grupo a condiciones de vida que desembocan en su destrucción”.

Al revisar la historia no podemos mas que horrorizarnos con la existencia de estos hechos sumamente crueles y violentos, pero en la actualidad todos somos testigos del mayor genocidio que ha sucedido y está sucediendo y nos mantenemos impasibles. Según un estudio publicado en The Lancet Global Health (Unintended pregnancy and abortion by income, region, and the legal status of abortion: estimates from a comprehensive model for 1990–2019, Lancet Global Health, 2020) se llevan a cabo 73 millones de abortos al año.

De acuerdo con el Instituto Guttmacher, organización sin ánimo de lucro del campo de la salud reproductiva con sede en Estados Unidos, se calcula que, en todo el mundo, todos los años uno de cada cuatro embarazos acaba en aborto.

Este crimen se ha disfrazado de derecho y es la misma Organización de las Naciones Unidas la que lo promueve con absoluto cinismo. ¿Qué puede ser más cruel que matar un inocente que no tiene ninguna capacidad de defenderse? ¿Cómo llegamos a este punto?

Una pieza fundamental para armar este rompecabezas es el famoso plan Kissinger, el cual fue desclasificado en 1989, en el que se define que » la despoblación debería ser la más alta prioridad en la política de EE.UU. hacía el Tercer Mundo»; se trataría de un «asunto trascendental para la seguridad nacional de este país», ya que la economía de los países industrializados «requerirá grandes y crecientes cantidades de minerales del exterior, especialmente de los países menos desarrollados”, “ (…) los Estados Unidos, con el 6% de la población mundial consume al menos un tercio de los recursos mundiales (…)”

Por hablar de un caso concreto, México es testigo de la inversión estadounidense (de forma directa o indirecta) ya sea a través de fundaciones u organismos oficiales desde hace varias décadas. “Estados Unidos financió por lo menos 64 planes de anticoncepción en México en los últimos once años, y más de la mitad de ellos eran auspiciados directamente por las fundaciones Ford, Rockefeller, MacArthur y Hewlett. Estados Unidos exige por ley, como condición para las ayudas al desarrollo, que los países receptores de ayuda internacional, tomen medidas para reducir el crecimiento demográfico”. Kissinger , el secretario de estado, es contundente: “Ningún país ha reducido su población sin recurrir al aborto”, agregando: “De hecho, el aborto, legal e ilegal, se ha convertido ahora en el método de control de fertilidad más difundido en uso en el mundo de hoy”.

Otro aspecto importante a considerar es el papel de Planned Parenthood la agencia abortista más importante a nivel global, la cual según sus propios informes tiene más de 8530 clínicas en todo el mundo.

Esta agencia se inició 1900 con la activista defensora de la eugenesia Margaret Sanger, quién a través de sus clínicas para control de la natalidad trabajó en poblaciones predominantemente afroamericanas e hispanas. El autor Robert L. Zangrando explica en su libro The Reader’s Companion to American History, que cada vez más negros aún no nacidos son asesinados en las clínicas de Planned Parenthood que aquellos que fueron asesinados por el Ku Klux Klan en toda su historia.

La multinacional recibe su financiamiento de organizaciones tales como la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Susan G. Komen, el Bank One Corporation, la Fundación Boston Globe II Inc, la Fundación Buffett, la Fundación Ford, la Fundación Freddie Mac, la Fundación William H. Gates y muchas más.

Hasta que Donald Trump se convirtió en el Presidente de Estados Unidos en 2016, el gobierno norteamericano financiaba a la agencia abortista con recursos para operar en otros países. A través de la controvertida “México City Policy” se les puso un freno a las organizaciones que practicaban el aborto fuera de territorio estadounidense. Por esta y otras razones como las iniciativas de Trump para proteger a los bebés sobrevivientes de abortos, Planned Parenthood apoyó enérgicamente la campaña de Joe Biden en sus redes sociales y realizó una contribución de 45 millones de dólares al Partido Demócrata a través de su Comité de Acción Política; como era de esperarse, Biden se declaró públicamente al respecto: “Como presidente, haré todo lo que esté en mi poder para expandir el acceso a un sistema de salud asequible y de calidad, incluyendo la salud reproductiva. Estoy orgulloso de enfrentar esta lucha con Planned Parenthood”.

La internacional abortista también se dedica a crear los programas de Educación Sexual Integral (ESI) los cuales, últimamente, se han intentado introducir en las escuelas de América Latina; así como comerciar de 2011 a 2014 con tejido fetal que fue utilizado en más de 97 instituciones de investigación en Estados Unidos (Entre ellas Yale, Stanford, la Universidad de California, el Hospital General de Massachusetts afiliado a Harvard, el MIT, la Universidad Johns Hopkins y muchas más) con el cual se desarrollan medicamentos, tratamientos, productos y vacunas.

Es de llamar la atención que, aún durante la pandemia, las leyes que favorecen el aborto ocuparon un lugar privilegiado en las agendas de los congresos de distintos países así como en los reclamos de grupos feministas y raciales en todo el mundo que demandaban este “derecho” como un servicio esencial.

Una sociedad que construye “el progreso” y basa “sus derechos” sobre la sangre de millones y millones de niños inocentes no puede ni podrá llegar a buen puerto. Todo tiene un límite y esta situación está clamando al cielo.

Fuentes:

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