Crear estrategias para vivir en la simplicidad nos ayudará a estar menos abrumados, con menos estrés y valorando lo que somos.
Por Mary Velázquez Dorantes
Vivimos en un mundo con mayor acceso a recursos materiales, informativos, sociales e incluso espirituales. Un mundo con más oportunidades, mejores herramientas, diversidad de espacios, centros de entretenimiento y ocio, pero también vivimos en un mundo colapsado por el exceso, la saturación de los datos, la apatía social, el desinterés humano. Un mundo donde existen mayores retos, pero también grandes compromisos.
Nuestra realidad gira en torno al tener y no al ser, trayendo consigo malas relaciones, personalidades confusas e inquietas, gestos de frustración y enojo, porque hemos perdido de vista la sencillez y la simplicidad de la vida cotidiana. Acumulamos objetos, experiencias, recuerdos, vivencias y rechazamos lo simple.
Quizás estemos frente a una de las tareas más complejas de la existencia del hombre, dado que la simplicidad está relacionada con la renuncia, el equilibro, con el reconocimiento del otro, con la pasión por las pequeñas cosas. Lo simple es algo que sucede, pero no sucede de forma pragmática, no es una labor común, sino todo lo contrario es un ejercicio de quietud, de valoración, de enseñanza. ¿Cómo podemos aprender de la simplicidad? ¿Cómo incorporar actos simples que nos brinden paz mental y emocional? ¿Cómo podemos renunciar al mundo de los objetos y quedarnos únicamente con lo necesario? Aquí te dejamos algunas pistas para trabajar la vida sencilla:
MENOS ES MÁS
Si te has dado cuenta que tú mente está intranquila, despierta e incluso acelerada porque ahora estás en casa; si te has sentido abrumado por la falta de orden, espacio o limpieza de algunos objetos que te rodean; o si has perdido el buen humor, el sueño o incluso el hambre por extrañas razones que no reconoces, seguramente estás viviendo en un mundo de excesos, y éstos pueden ser materiales, de pensamiento, de ansiedad o simplemente la conjugación de todos ellos.
Se nos habla de bienestar y serenidad en casi todos los medios de comunicación, pero no se dice cómo conseguirla, y es quizás porque se nos invita a formar parte de una vida donde el consumo excesivo está presente de forma acelerada, y aunque la regla de “menos es más” parece básica no hemos logrado desarrollarla. Probablemente ocupemos quitar pensamientos engañosos, donar objetos que ya no usamos, hacer un acto de caridad con nuestra ropa, ser menos exigentes con nosotros mismos, visualizar una vida sin posesiones, establecer compromisos personales y retos, para ir desalojando del camino aquello que no es importante, que genera tensión o que simplemente en nuestra vida no tiene espacio. Menos es más significa andar ligero en cuanto a todo lo que nos rodea, a buscar un equilibrio y a sentirnos abastecidos sin ser esclavos de las posesiones.
UN PASO HACIA LO SIMPLE
Buscamos conseguir medallas entre lo acumulado, y le damos la vuelta a la vida sencilla porque la observamos como un sacrificio o un sometimiento que nos hará sufrir, ¡nada más equivocado! Una vida sencilla no es una vida de privaciones, es una vida de equilibrios, renunciamos a aquello que nos complica, por ejemplo las deudas, o quizás un mueble, o un pensamiento.
Al renunciar nos debemos preguntar: ¿Vale la pena adquirir esta deuda, conservar este mueble o alimentar este pensamiento? Si hacemos este pequeño ejercicio estaremos dando un paso hacia lo simple. Si crees que este acto es complicado, intentemos con otra estrategia: por qué no donar aquello que tiene años guardado y nadie ocupa; por qué no despedirnos del pasado y vivir nuestro presente; por qué no limpiamos los cajones del hogar y los cajones de nuestra vida que han estado llenos de polvo durante tanto tiempo.
CULTIVA EL SOSIEGO
La quietud del alma y de la vida comienza con pequeños espacios de sosiego, tranquilidad y sencillez. En la era actual las agendas están llenas de actividades que provocan caos. Hoy más que nunca llegan muchos correos electrónicos a nuestros buzones, pero también hoy más que nunca gastamos y nos endeudamos más, no sabemos estar quietos, revisamos las redes sociales, realizamos compras en línea, trabajamos más, pero no tenemos calma, ¿por qué? La respuesta es clara: no hemos aprendido a distribuir tareas, a tener métodos de ahorro, a planificar sin exagerar. Una vida sencilla nos va a encaminar a una vida con mayor motivación, desarrollo personal, crecimiento espiritual. Pero debemos recordar que la tarea es personal, cada quien a su propio ritmo.
Hay mucha mayor felicidad y bienestar en las cosas sencillas de la vida, que en aquellas que nos ha costado mucho dinero. Seremos más felices con un pensamiento sencillo que gracias a un torbellino de ideas. Alcanzaremos mayor plenitud si intercambiamos el exceso por la simplicidad, y seremos más nosotros cuando renunciemos a lo que no necesitamos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de diciembre de 2020. No. 1327