Por Mary Velázquez Dorantes

Fray Javier Calderon es un misionero Capuchino de Venezuela. Es un sacerdote recién ordenado, pero con ocho años de voto perpetuo dentro de la orden de los Capuchinos. Además, es psicólogo clínico y bloguero a favor de una relación mente, cuerpo y alma. Desde su formación religiosa es un orientador sobre temas como el suicidio, la ansiedad y el estrés. Este fraile enseña a través de las redes sociales que es imposible sanar la mente cuando no se ha sanado el alma y que, desde los buenos gestos y no de los defectos señalados en los demás, nuestra mente tendrá claridad. Sobre estos temas conversó con El Observador de la Actualidad.

-¿Cómo se entiende la relación cuerpo, mente y alma?

Tendemos que entenderlo de esa manera, como unidad, no como dualidad. El ser humano es cuerpo, es mente, pero también es espíritu. Si uno de estos tres falla o existe una debilidad en éstos tres, siempre existirá un vacío en el ser humano. El bienestar espiritual y mental lo podemos empezar a vivir cuando reconocemos estos tres aspectos de la vida, los integramos y comprendemos su plenitud.

-¿Qué papel juega la vida espiritual en la salud mental?

Es importante, es vital y es necesaria. Comprendiendo que vivimos desde la esperanza, cosa que también nos ayuda a vivir la resiliencia para poder sobrellevar las cosas o aspectos negativos de nuestra vida, para ser transformado en algo positivo, y eso solamente se vive cuando empezamos a ver a un Dios que es misericordia, un Dios que es amor pero también a un Dios que es esperanza. Recordemos que el final de este mundo no es el final de nuestra vida, sino que hay algo más allá, algo que nos alimenta, algo que va más allá de nuestra propia fuerza y que nos da vida, y vida en plenitud. Entonces, cuando nosotros logramos conciliar este aspecto, incluso trabajando nosotros mismos a nivel psicológico, podemos ver realmente a un Dios que es padre, a un Dios que es misericordia, y a un Dios que es amor, que es justicia y que es perdón.

-¿Cómo entender la presencia de Dios en las pruebas y desafíos de la vida?

Tener a Dios como fuente, como base sólida de nuestra vida, nos ayuda a salir adelante, no solo por vivir una esperanza de una vida futura, sino por vivir desde esta vida el amor de una sociedad, sabiendo que lo que transforma a una sociedad entera es el amor y las buenas prácticas, los valores, el poder tener contacto y empatía con los otros, y esto lo ha enseñado Jesús de Nazaret. También quiero acotar que en oportunidades nos han enseñado que a quien obra bien le va bien, para esto solo basta ver la figura de Jesús de Nazaret, un hombre que es bondad, un hombre que paso por el mundo haciendo el bien y muere en una cruz, muere de la peor forma. Pero si tenemos la convicción de que aunque vamos a “morir en una cruz”, morimos por algo y por alguien que es Jesús, convencidos que la sociedad necesita más hombres y mujeres que tengan los mismos sentimientos que Jesús, si somos todos de esta forma, nuestra vida sería totalmente distinta.

-En tiempos de ansiedad, melancolía y crisis existenciales, ¿cómo podemos construir un panorama donde no culpemos a Dios?

Esto es complejo, porque una parte del duelo que podemos llegar a vivir, ya sea por pérdida de un ser querido o de un bien material, del trabajo o de una situación difícil, nos puede llevar a una crisis. Pero ciertamente en estas etapas hay algo llamado “culpa” y tendemos a culparnos a nosotros mismos o a Dios, pero hay que ver que la vida tiene sus propios matices, y el ser humano, en algunas ocasiones, ha decidido por el mal, por el pecado. Esto es lo que daña el plan de Dios: al dañar el plan de Dios podemos ver un resultado que en muchas ocasiones termina en una guerra, en discusiones, en tristeza, en desesperanza y otras cosas, por lo tanto, lo primero que debemos entender es que la vida también se basa en la toma de decisiones de cada uno y no de otros, y que en esa toma de decisiones, buenas o malas, el Señor nos acompaña y quiere siempre lo mejor para nosotros.

 

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de febrero de 2024 No. 1493

Por favor, síguenos y comparte: