Por Raúl Espinoza Aguilera

Como comunicador, me llama poderosamente la atención los diversos enfoques que se presentan en los medios de comunicación sobre el COVID-19. En líneas generales podemos afirmar que son antagónicos y contradictorios.

La corriente pesimista suele comentar:

  • “Esto es sólo el principio; lo peor está por venir”.
  • “Sin duda vendrán en el mundo muchas otras pandemias, una tras otra, y cada vez más serias y graves para la humanidad”.
  • “Con el paso de los años, sobrevendrán catástrofes mucho peores; ¡ya lo verán!”.
  • “Estamos viviendo una especie de gran Guerra Mundial la cual irá en aumento”.
  • “¡Este cataclismo mundial no hay quien lo pare porque es irreversible!”.
  • “Hay que alertar a la población sobre una nueva situación que pondría en jaque al planeta”.
  • “La actual información sobre las supuestas soluciones al COVID no son sino manipulaciones políticas”. Y un largo etcétera.

Las posturas excesivamente positivas nos hablan de que:

  • “La batalla contra el COVID prácticamente se ha vencido gracias a los importantes descubrimientos de diversos científicos, se están implementando en varios laboratorios de prestigio”.
  • “Para marzo o abril, comenzaremos a ver
    importantes resultados y mejoras a nivel internacional”.
  • “Todo volverá a la normalidad en poco tiempo y en la medida que se vayan aplicando las medidas oportunas”.
  • “Nada ni nadie podrá detener el progreso irreversible de la ciencia y la tecnología. Es cuestión de esperar un poco de tiempo”.

En conclusión, abundan las visiones catastrofistas o de un optimismo francamente ingenuo o simplista. Porque el COVID no se solucionará “como por arte de magia”. Requiere de sus procesos y complejas etapas.

Por otra parte, en miles y miles de personas de todo el orbe el actual confinamiento en sus casas –aunque sea “home-office” – les está produciendo ansiedad, angustia, irritabilidad, impaciencia, explosiones de carácter e importantes trastornos emocionales tanto en los mayores como en los chicos.

Hay personas que ven, leen o escuchan noticias sobre el COVID mañana, tarde y noche. Incluso, en bastantes casos les produce frecuentes insomnios.

Me he enterado de personas que se obsesionan tanto con la pandemia que dejan de comer, pierden ilusión por la vida, o bien, tienen la equivocada impresión que ellas, sus hijos o sus familiares cercanos se contagiarán ante el más mínimo detalle o descuido. Es decir, sufren de una cierta paranoia y se salen de la realidad, con lo que su sistema nervioso se ve seriamente afectado. En muchos casos, tienen que acudir a psiquiatras o a psicólogos.

He leído con interés, en la institución española Hacer Familia, la cantidad de alternativas que ofrecen desde su página web, esto con la finalidad de alentar a tener una serie de actividades sanas en el hogar entre los cónyuges y los hijos. Incluso, últimamente presentan conferencias en las plataformas digitales, con sesiones para preguntas y respuestas a cargo de orientadores familiares y psicólogos. Realmente es un esfuerzo encomiable para ayudar a millones de familias.

Muchos otros expertos dan conferencias virtuales sobre las virtudes para vivir conjuntamente en el seno del hogar ante esta crítica situación, como: paciencia, serenidad, aprovechamiento del tiempo, espíritu de trabajo o laboriosidad; practicar con los hijos diversos juegos o entretenimientos; hay personas que se han propuesto aprender un idioma en línea, o bien tomar cursos de actualización en sus respectivas especialidades profesionales, etc.

Me parece que una actitud sana es pensar en el hoy y ahora, sobre qué actividad voy a realizar y aprender a gozar del momento presente, aún de las cosas más sencillas de la vida. Y así planear toda la semana de manera que la vida esté llena de constructivas ilusiones.

Hoy en la mañana me encontré con un amigo que me preguntaba: “¿Cuándo acabará esta maldita pandemia?” Le hacía ver que nada se gana con mantener una actitud negativa, de desesperación, de ansiedad y menos transmitirla de esa forma a sus seres queridos.

Otras virtudes que son clave para mantener “la mente sana en cuerpo sano” –sin dejar de tener los pies bien puestos en la tierra– son: conservar la alegría y mantener la visión positiva de la situación circundante; así como ser realistas, pero sin dramatizar; y por último el buen humor. En suma, como decía aquella popular sección fija de una revista: “La risa es un remedio infalible”. Porque esa actitud ayuda a redimensionar los problemas.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 14 de febrero de 2021 No. 1336

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