Por José Francisco González González, obispo de Campeche
Hemos vivido con intensidad la Semana Santa. La piedad popular nos ayuda a intensificar el sentimiento de dolor y de solidaridad con Cristo, quien padece por nosotros. Pero, más que ser nosotros solidarios con Él, Jesús es quien se solidariza con nosotros pecadores, y por eso va voluntariamente, por amor, a la muerte. Sin embargo, empero, nos promete hacernos partícipes, también, de su resurrección.
Hoy nos alegramos por esa noticia. De una manera muy particular, el Movimiento de Pascua recalca: ¡Cristo ha resucitado! ¡Jesús vive! Jesús muerto en la cruz ha resucitado y vive glorioso, porque ha derrotado el poder de la muerte. Con su obediencia extrema al Padre, Jesús nos ha abierto la comunicación con la vida de Dios y para que podamos estar en Dios. Esa es la victoria de la pascua, que hoy gozosamente celebramos.
La pascua es la vivencia de la alegría, porque Jesús no se quedó en el sepulcro; su cuerpo no experimentó la corrupción. Él es el principio y el fin (Alfa y Omega), el “ayer, hoy y siempre” (Heb 13,8).
No obstante, la enfermedad, la limitación, el fracaso, la muerte, la Pascua de Cristo nos anticipa la victoria final. La fe en Cristo crucificado y resucitado es el corazón de todo el mensaje evangélico, el núcleo central de nuestro Credo.
CRISTO RESUCITADO. UN NUEVO BAUTISMO
El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita el testimonio de los creyentes. Así es, si falla en la Iglesia la fe en la resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba, todo se viene abajo. Ya lo había dicho San Pablo: Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe (1Cor 15,14).
¿Cómo podemos participar de la vida de Jesús resucitado? Por la fe y por el bautismo. En torno a esta solemnidad de Pascua, en varias parroquias de la Diócesis se van a administrar los Sacramentos de Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía) a jóvenes y adultos que se han preparado (así llamados ‘catecúmenos’).
Por eso, el Bautismo es parte de la vigilia pascual. El bautismo es realmente experimentar la muerte y la resurrección; es un renacimiento a una nueva vida. San Pablo lo explica desde su vivencia. Él apóstol dice: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).
Esa frase paulina expresa lo vivido en el bautismo. Este Sacramento realiza un cambio en la persona, que hace que todavía exista el sujeto, pero ya no existe. En otras palabras, se me quita el propio “yo” y soy insertado en un nuevo Sujeto, más grande.
Jesús resucitado entró como luz y las tinieblas se volvieron luz. El bautismo es más que un baño o una purificación; es el nuevo nacimiento, es el inicio de una vida nueva. Cabe aclarar que el bautismo no es un asunto del pasado, tampoco un rito de socialización eclesial o un ritual arcaico para ingresar a la Iglesia.
En el Bautismo, Dios nos toma consigo para que ya no vivamos para nosotros mismos, sino gracias a Él, con Él y en Él, para que viviendo en Él vivamos para los demás. Como lo atestigua Pablo: “Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo… Si vivimos, para el Señor vivimos” (cf. Rm 14,7s). Nuestra vida pertenece a Cristo, ya no a nosotros mismos.
¡Ha resucitado, Aleluya, Aleluya!