Una vez que pasa el enamoramiento las parejas dicen que se acabó el amor, pero en realidad comienza un camino para conocerse y ser conscientes de que son dos seres imperfectos llamados a la perfección

Por Mónica Muñoz

Hay una realidad que no cambiará nunca, aunque pasen miles de generaciones y la tecnología avance a niveles insospechados, y es que, cuando los jóvenes se enamoran, todo lo ven de color de rosa, sienten que se pueden comer el mundo a puños y que nada es imposible, pues la hormonas están actuando a todo lo que dan, generando una revolución de emociones que, definitivamente, no les permite razonar, ya que se trata también de un proceso neuronal. Y estoy convencida de que todos pasamos por lo mismo alguna vez en nuestra vida.

Por supuesto que es completamente normal, si no, el género humano no habría podido crecer y multiplicarse, debido a que es necesario que exista una primera atracción hacia otra persona para que la naturaleza tome su curso. Es aquí donde se accionan las hormonas masculinas y femeninas, llamadas testosterona y progesterona, y también una buena dosis de feromonas. Esa misma explosión hormonal provoca felicidad, embeleso, suspiros, deseos y muchas emociones más, mezcladas con compuestos químicos tales como la serotonina y la dopamina que se segregan en el cerebro, y que son las responsables de que las parejas se vean sin defectos, y que, según los estudios realizados al respecto, ocurre durante la etapa del enamoramiento, que puede durar entre dos y tres años. Después, la relación entra a la etapa del apego, en la que trabaja la oxitocina. Y más adelante, el cuerpo se acostumbra a estos químicos y deja de sentir bonito.

Es en este momento en el que las parejas dicen que se les acabó el amor. Si somos razonables, nos daremos cuenta de que lo único que se ha terminado es el coctel químico y hormonal, pero el amor, no. El amor es algo mucho más complejo que implica voluntad y trabajo en equipo, con una buena carga de respeto, comprensión, comunicación y mucho perdón, porque de no ser así, ¿cómo nos explicaríamos que existan matrimonios longevos, esos que han vivido juntos por más de cincuenta años? Créanme que les he preguntado, conozco una pareja que lleva 76 años casados y coinciden en que no ha sido nada fácil, sin embargo, lo han logrado con la ayuda de Dios, antes que nada, y después, entendiendo que su relación se forjó entre personas imperfectas, pero que, juntas, quisieron mirar hacia la misma dirección.

Porque es un error creerse las señales que envía el cerebro en la etapa del enamoramiento. Se sabe que el otro tiene defectos, pero también se está impedido para ver la magnitud de las fallas. Por eso, todo se justifica y se tolera, desde el mal aliento hasta el maltrato físico. Pero después, todo eso se vuelve insoportable, sencillamente porque las hormonas ya no funcionan como al principio.

Por eso es indispensable conocerse muy bien durante el noviazgo, no por nada la Iglesia recomienda a los jóvenes evitar tener relaciones prematrimoniales, y hay varias razones, independientemente de que sean un pecado que atenta contra el sexto mandamiento, también hay motivos prácticos. Primero, porque la descarga hormonal se dispara hasta las nubes, lo que obnubila el entendimiento, por eso, entre más se les insiste, más se encaprichan en pensar que están haciendo lo correcto. En segundo lugar, porque pueden tener un embarazo inesperado, que les hará entran en pánico y tomar decisiones apresuradas, que, debido a su juventud e inexperiencia, pueden marcarlos negativamente para toda su vida. Y, en tercer lugar, porque hay muchas vivencias que vale la pena tener antes de decidir cómo continuarán con su vida y que, con el compromiso que se genera entre personas que ya tienen una relación marital, estarán dejando en segundo término o quizá hasta descartando estudiar una carrera, realizar un viaje o comprar una casa, por dar un ejemplo.

Pero cuando ya se es adulto, estas mismas sustancias servirán para acercar a quienes decidan casarse y formar una familia, sin embargo, es fundamental que no idealicen a la otra persona, que abran los ojos para ver con claridad si están dispuestos a vivir con alguien con todo y sus defectos, para que no se desilusionen y aprendan a amar de verdad, haciendo uso de los sentidos, claro que sí, porque le ayudarán a disfrutar su relación, pero también ejerciendo su voluntad y libertad para decidir tener una relación duradera y generosa, que le haga trascender y dejar huella de su paso por este mundo.

Por eso, recordemos que somos seres imperfectos, pero estamos llamados a la perfección, y que día a día tenemos que esforzarnos para construir la mejor versión de nosotros mismos para nuestro bien y el de los demás.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de abril de 2021 No. 1345

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