El acontecimiento guadalupano no es solo algo que ocurrió hace 490 años. La morenita del Tepeyac, que realizó el milagro de las flores, también imprimió en el ayate de Juan Diego un proyecto de nación.

En México nos precede la visión indígena. A ésta, la morenita del Tepeyac la ilumina a través del mensaje de su Hijo e imprime en cada uno la dignidad de persona irrepetible.

La dignidad de cada uno de los mexicanos exige una conducción política que ilumine a los ciudadanos y nos exija asumir (asumiendo) lo que somos: personas responsables con una dignidad única e irrepetible.

“La mayor virtud de la política es no perder el sentido de conjunto”, escribió el pensador francés Emanuel Mounier. Para que haya orden y no caos, para que haya armonía, es necesaria la autoridad.

Hoy, más que nunca, la autoridad debe unir a México como un conjunto de hijos de Dios, cuya Madre, la morenita del Tepeyac, nos indicó el camino: el cruce de sus brazos, el deseo de su Corazón de que todos seamos uno.

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