Entre los cristianos existen dos fechas dedicadas específicamente a la veneración de la Santa Cruz de Jesucristo: el 3 de mayo y el 14 de septiembre.

La del 3 de mayo alude al día en que, en el año 326, los trabajos arqueológicos en Jerusalén dirigidos por santa Elena, madre del emperador Constantino, permitieron hallar la sacratísima reliquia en la que Cristo padeció y murió.

No es que los discípulos de Jesús de los tres primeros siglos del cristianismo hubieran dado poca importancia a la Cruz, y que por ello la hubieran dejado en el olvido, sino que en el año 70 la ciudad de Jerusalén fue destruida por los romanos, y reedificada a partir del año 130 por órdenes del emperador romano Adriano, haciendo que en el año 135 se edificara un templo a la diosa Venus en el sitio de la Crucifixión y una estatua del dios Júpiter sobre el Santo Sepulcro.

Tras la demolición del templo pagano, se construyó la Basílica del Santo Sepulcro, y ahí santa Elena y Constantino hicieron que permaneciera la sagrada Cruz del Redentor. Sin embargo, en el año 614 el rey persa Cosroes II tomó Jerusalén y, tras la victoria, se llevó la Cruz y la puso bajo los pies de su trono, como símbolo de su desprecio al cristianismo.

Después de quince años de luchas, el emperador bizantino Heraclio recuperó la Cruz del Señor, y en una ceremonia realizada el 14 de septiembre del año 628, fue entronizada nuevamente en Jerusalén. Esto dio, pues, origen a la segunda festividad relacionada con la gloriosa Cruz.

Para los cristianos de todos los tiempos la Cruz es símbolo claro de su fe. Es verdad que en los primeros siglos de la Iglesia no veneraban públicamente el signo de la Cruz, ya que los romanos seguían empleando las crucifixiones como la pena de muerte más cruel y humillante; pero aun en ese tiempo los seguidores de Jesús sí empleaban la señal de la Cruz en su oración y bendición privadas.

A partir de que Constantino, al final de su reinado, aboliera la pena de muerte por crucifixión, poco a poco el pueblo cristiano fue honrando públicamente el signo de la Cruz, comenzando a aparecer cruces decoradas (Crux gemmata), pinturas con escenas de la Crucifixión, y finalmente los crucifijos, es decir, imágenes de Jesucristo crucificado.

Desde entonces, ¡cuántas almas a lo largo de los siglos han amado más a su Salvador contemplando un crucifijo y meditando en la Pasión y muerte del Señor!

Es que las representaciones de la Cruz de Cristo no son otra cosa sino un recordatorio del inmenso amor de Dios por cada criatura humana, pue Él quiere “que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (I Timoteo, 2, 4).

La Cruz es el enlace de la humanidad con la vida eterna, de ahí que las Sagradas Escrituras la exaltan por boca de san Pablo: “¡Dios me libre de gloriarme si nos es de la Cruz de nuestro Señor Jesucristo! (Gálatas 6, 14).

Redacción

TEMA DE LA SEMANA:  «LA CRUZ: EL TEJIDO DE NUESTRA VIDA»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de mayo de 2021 No. 1347

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