Por Jaime Septién

Una de las frases que más impresiona de Chesterton es aquella que dice que “la tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas”. Tratándose de María, esta frase no puede ser más certera.

La tradición cristiana tiene como fundamento el amor de Madre que se transmite a todas las madres del mundo. Y ese amor construye la civilización, es fundamento de los derechos humanos; de la complementariedad entre varón y mujer.

En la fecundación de María la historia da un salto gigantesco. La oscuridad se torna luz. La concepción se vuelve esperanza de vida eterna. Lo que hay en el vientre de la madre es una bengala encendida en el horizonte.

Por eso el vientre de la madre es inviolable. El misterio de la vida divina y su pasión por los hombres se gesta en esos nueve meses maravillosos. Tardamos –sobre todo los varones—en entenderlo. Somos cortos y muy necios. Pero ahí se explica todo: en la maternidad.

“La mano que mece la cuna es la mano que gobierna al mundo”, dice el estribillo del poema de William Ross Wallace. Y no en balde alguna vez la revista National Geographic hizo una edición especial bajo el título “María, la mujer más poderosa del mundo”. Lo es. Por su tradición de amor. Porque el amor es el fuego que mueve al universo entero. No las cenizas.

TEMA DE LA SEMANA: “MARÍA: EL MISTERIO QUE LO EXPLICA TODO”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de mayo de 2021 No. 1348

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