Por Tomás de Híjar Ornelas
“Que el Señor le conserve la vida, lo haga feliz en la tierra y no lo entregue en las manos de sus enemigos” Plegaria por el Romano Pontífice
Hace muy pocas semanas, en el marco de su 34ª catequesis dedicada a la oración, el Papa Francisco abordó lo que a todos se nos dificulta al hacer oración. Inspirándose en el Catecismo de la Iglesia Católica, hizo referencia “en la distracción, la sequedad y la acedia”, pero agregó algo de su cosecha que denomino “una forma de rezar” desconcertante: “protestar ante Dios”.
Su argumento fue que también eso “es una manera del hijo de relacionarse con su padre”. Cuando lo leí, recordé de inmediato una de las últimas jaculatorias de Jesús crucificado: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Su injerto lo fundamentó en esta actitud existencial: “muchas veces, protestar ante Dios es también una forma de rezar” siempre y cuando demos por descontado “que al final, al término de este tiempo de desolación, en el que hemos elevado al cielo gritos mudos y muchos ‘¿por qué?’, Dios nos responderá. No olvidar la oración del ‘¿por qué?’: es la oración que hacen los niños cuando empiezan a no comprender las cosas, y los psicólogos la llaman ‘la edad del por qué’, porque el niño pregunta a su padre: ‘Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…?’. Pero estemos atentos: él no escucha la respuesta del papá. El papá comienza a responder y él sale con otro por qué. Sólo quiere atraer la mirada de su padre hacia él; y cuando nos enfadamos un poco con Dios y empezamos a decir los ‘por qué’, estamos atrayendo el corazón de nuestro Padre hacia nuestra miseria, hacia nuestra dificultad, hacia nuestra vida”.
Ateniéndonos a sus palabras, fundamentadas, sin duda, en su personal experiencia en la oración, ahora que Francisco convalece de una cirugía que exhibe su humanidad frágil y asaeteada por todas las preocupaciones del mundo, incluyamos también esta forma de orar por la salud del Papa, toda vez, volviendo a su magisterio ordinario multicitado en esta columna, que “a veces, enfadarse un poco es bueno, porque nos hace despertar esa relación de hijo a Padre, de hija a Padre, que debemos tener con Dios”, y agrega, finalmente, que “incluso nuestras expresiones más duras y amargas, Él las recogerá con el amor de un padre, y las considerará como un acto de fe, como una oración”.
Así pues, “Hagamos oración por su Santidad el Papa Francisco: que el Señor le conserve la vida, lo haga feliz en la tierra y no lo entregue en las manos de sus enemigos”.
El Papa es el Padre común de los católicos, es el paradigma de la voz del Evangelio en este mundo secularizado, es un referente moral para todos los habitantes de este planeta y, no podemos dudarlo, quien mejor representa la hombría de bien, la sensatez y la congruencia para darle rumbo a la fraternidad universal, según lo hemos visto en los años de su pontificado y deseamos que siga acaeciendo en los que vengan.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de julio de 2021 No. 1358