La etapa que estés viviendo encomiéndala a Dios, Él sabrá qué hacer con tus planes, con tus sueños y anhelos
Por Gaby Briones / www.elarbolmenta.com
Durante algunos años, antes de casarme, conviviendo con jóvenes católicos entre los 14 y los 26 años dentro de nuestro grupo juvenil del Apostolado de la Cruz, pude ir descubriendo por ellos y a la vez por mis vivencias, que frecuentemente esperamos que llegue la persona indicada para poder cristalizar el sueño de la boda y el “vivieron felices para siempre”.
Sin embargo, pocas veces esa espera es activa y cuando llegas a los primeros meses del matrimonio, te percatas de que ese tiempo pudo haber sido diferente.
Podría haber sido una espera en donde buscaras ampliar la visión de quién eres hoy y de la primera vocación a la que somos llamado en el Bautismo: a ser hijos de Dios y por tanto, coherederos de su reino.
Desde esa propuesta es mucho más llevadera la espera, pues no es un “confórmate, que el Señor todo lo traerá a su tiempo”, sino más bien un cooperar con el Señor y decirle: “¡Padre, sé que tienes un sueño para mí, que ya me has visto en la vocación de vida que me dará plenitud y te dará Gloria, ahora yo deseo ardientemente trabajar en mí, preparar este corazón para quienes ha de amar, desde el amor que descubra!”
Me ha tocado escuchar de muchos jóvenes dentro de la espiritualidad que no saben hacer silencio y que no pueden estar en soledad. Y como se desconocen incluso a ellos mismos, sin darse cuenta, se temen.
Quiero compartirte una pequeña frase de mi madre espiritual, Beata Conchita Cabrera, mexicana y mística, quien tuvo una hija religiosa, Teresa de Jesús, y a la cual le escribía frecuentemente para ayudarle en su camino al cielo, orientado a la vida consagrada.
Aunque yo no fui llamada a ser religiosa, con ésta y otras frases para su hija, Conchita me ha ayudado a amar mi vocación.
Tú que estás en este proceso de descubrir aquello a lo que has sido llamada, podrás con ella encontrar consuelo:
“Y ahora, ¿qué te falta? Apreciar más y más la grandeza de la gracia de la vocación, sentir su influjo, amarla con delirio, agradecerla con todas las fuerzas del corazón y guardarla en el cristal del alma pura, para llevarla al cielo, sin mancha, como perla preciosa que corone el Corazón de Jesús. ¡Jamás comprenderemos el valor de la vocación a la Cruz!”.
¿Cuál es tu estado ahora? ¿Eres soltera? Ama esta etapa, que si va conforme a la voluntad de Dios a la cual estás sujeta, pronto se definirá si esta será tu opción de vida o bien te aventurarás a buscar otra propuesta a través de un discernimiento vocacional.
Desde ya te acompaño con mi oración y estoy dispuesta a acercarte con quienes puedan ayudarte a descubrir tu vocación.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de agosto de 2021 No. 1362