“Vivir completamente para Dios en Cristo Jesús” Jean-Jacques Olier

Por Tomás de Híjar Ornelas

Encabezan a modo de título de esta columna los postulados que la Constitución pastoral Gaudium et spes (Núm. 39) ofrece como metas de lo que debe ser la vida humana, a cuya promoción y defensa se aferró hasta el último suspiro don Clodomiro Siller Acuña, según la Conferencia del Episcopado Mexicano, este presbítero del clero de Tehuantepec que dejó de existir en la ciudad de San Luis Potosí el pasado 17 de agosto del 2021.

En efecto, la Secretaría General de la CEM, por conducto de don Alfonso G. Miranda Guardiola, publicó una Nota de condolencia en la que a nombre de ese Colegio lamenta el deceso de quien, dice, “sirvió de forma incansable a la pastoral indígena nacional y latinoamericana”, “[i]mpulsó la consolidación del Centro Nacional de Ayuda a Misiones Indígenas (Cenami) y colaboró como secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal para Indígenas de la CEM de 1973 a 1988”.

En apéndice la Nota reseña la vida del apenas fallecido desde que vino al mundo el Saltillo en 1938 y comenzó su formación escolar en la ciudad de Oaxaca, la continuó en la de San Luis Potosí –en cuya Universidad Autónoma hizo estudios superiores en Administración de Empresas–, y la siguió ya en el ámbito eclesiástico en el Seminario Conciliar de Guadalajara, en Roma, París y Jerusalén.

Presbítero ordenado por San Pablo VI en 1971 para el clero de Tehuantepec, este Doctor en Antropología Filosófica Mexicana se entregó en cuerpo y alma a organizar la Pastoral Indígena nacional (1973) impulsando, junto con el Centro Nacional apenas aludido, “que la Iglesia y la sociedad mexicana oyeran, valoraran y asumieran la voz y la causa indígena como un dinamismo de vida capaz de renovar a todos”–. Allí se mantuvo activo hasta su jubilación, en el año 2014.

Según la Nota, don Clodomiro cernió y zarandeó en ese campo cuanto pudo “como asesor de comunidades indígenas de México y América Latina, a través de las Comisiones Episcopales, parroquias, equipos pastorales y diversas instituciones eclesiales”. Fue, además, artífice y promotor de “temas sobre el análisis de la realidad, metodología de la Pastoral Indígena, planificación pastoral, evaluación de procesos y proyectos, conocimiento de las culturas y de la Biblia; siempre en perspectiva histórica, social, antropológica, cultural, religiosa, pastoral y de evangelización integral e inculturada”.

Por todo ello podemos afirmar de don Clodomiro que fue quien más y mejor supo del ‘indocristianismo’ en nuestros días, esa trinchera que el Papa Francisco, en su visita apostólica a San Cristóbal de las Casas del 15 de febrero del 2016, convalidó, y que consiste en subsanar una deuda no corta que se le debe al catolicismo hispanoamericano, es decir el del Nuevo Mundo, el de la visión sagrada del cosmos replanteada más allá de la agustiniana neoplatónica de la Ciudad de Dios que produjo la Cristiandad Medieval: desde la ‘utopía’ indocristiana que reconoce a la Madre Tierra como surco en el que el Verbo de Dios se hizo carne para habitar entre nosotros y mostrarnos con su ejemplo, doctrina y hechos que sí es posible la fraternidad universal, el respeto a la naturaleza que aniquila y pudre el materialismo y el orden del cosmos consistente en no expoliar a nadie, como sólo puede pasar cuando se tiene de la sociedad un andamiaje comunitario basado en la dignidad humana, la comunión fraterna y la libertad.

Descanse en paz un coloso de la inculturación del Evangelio en América que por acá comenzó, a sangre y fuego, hace 500 años, precisamente.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 29 de agosto de 2021 No. 1364

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