Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Reflexión homilética 27.02.2022
La liturgia de hoy nos enseña una forma de conocernos mejor a nosotros mismos y a las cosas que tenemos. Sin embargo, esto no nos permite juzgar a las personas, porque solo Dios conoce el interior de cada corazón.
Eclesiástico
Explica cómo el hombre prueba la consistencia de las distintas cosas (la criba, las vasijas, el árbol) pero al hombre mismo se le prueba por sus palabras que brotan del corazón:
«La palabra prueba el corazón de la persona» y termina diciendo: «No elogies a nadie antes de oírlo porque ahí es donde se prueba una persona».
Lo mismo nos dirá Jesús en su Evangelio.
Salmo 91
Nos invita a dar gracias al Señor y proclamar su misericordia y fidelidad, especialmente por la vida humana que el salmista alaba:
«El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor crecerá en los atrios de nuestro Dios. En la vejez seguirá dando fruto», así el hombre justo glorificará al Señor.
San Pablo
La muerte es para todos los humanos pero el Resucitado, venciendo el pecado, que es causa de la muerte, ha derrotado a ésta definitivamente.
La victoria está, pues, en Cristo. Por eso el apóstol nos pida perseverar en Cristo Jesús. De aquí brota el consejo final de Pablo:
«Manteneos firmes e inconmovibles. Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor».
Verso aleluyático
Alaba a los que siguen a Jesús porque su vida muestra una razón para vivir: «Brilláis como lumbreras del mundo mostrando una razón para vivir».
Evangelio
Encierra varias parábolas simples, pero muy prácticas, para ayudarnos unos a otros y para que nosotros mismos nos preparemos en la vida para presentar al Creador los frutos sanos y agradables que Él espera:
+ Si quieres ayudar, tienes que tener lo necesario. Por ejemplo: para conducir a un ciego hay que tener buena vista: Si eres ciego, ¿cómo vas a llevar por buen camino a otro ciego?
+ Qué ridículo resultas cuando quieres corregir a otro y cargas defectos más grandes que él.
Cuántas veces un padre de familia quiere corregir al niño que faltó al respeto a su mamá y él mismo grita y maltrata a su esposa.
O pedir a los niños que vayan a misa con su mamá y el papá queda perezosamente en la cama
+ Del árbol dañado no esperemos inútilmente una buena cosecha: ¡no puede!
Por eso mismo, si Jesús explicó cuáles son los frutos dañados de un corazón, no esperemos gran cosa de él: ¡no puede!
Como dice Jesús mismo:
«El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón, saca el bien y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».