Por P. Fernando Pascual

Como nos enseña Cristo en el Evangelio, estamos llamados a una justicia distinta de la que tenían los escribas y los fariseos. ¿En qué consiste esa justicia?

No consiste en hacerlo todo bien: nos damos cuenta de que casi nadie logra un completo nivel de perfección.

Tampoco consiste en no violar ninguna regla ni en cumplir escrupulosamente todos los deberes, pues muy pocos consiguen vivir de un modo tan excelente.

Entonces, ¿qué significa ser justos ante Dios? Un Autor anónimo de hace varios siglos lo explicaba así: “A Dios agrada quien tiene corazón y es capaz de compasión, quien no se fija en el status de su prójimo, sino que le presta ayuda sin juzgarlo”.

En seguida, el mismo Autor añadía: “Esta es la perfección que agrada a Dios. Porque en la caridad hay mayor perfección que en el cumplimiento de la ley”.

Entonces, la justicia ante Dios es principalmente don, porque solamente Él puede abrirnos a los demás, hacernos humildes, e invitarnos a dar gratis lo que gratis hemos recibido.

Esa es la enseñanza de Cristo en el Evangelio, cuando nos pide que no juzguemos ni condenemos, y cuando nos pide que seamos compasivos como el Padre (Lc 6,36-37).

Vivir así puede parecernos difícil, pero ese es el camino del amor. Además, desde la humildad reconoceremos nuestros pecados y así estaremos mejor dispuestos a recibir el perdón de Dios y a perdonar a quienes nos ofenden.

Ser justos ante Dios, por lo tanto, consiste en vivir a fondo el mandamiento del amor, sin distinciones. Seremos así un poco como el Padre, que es perfecto, y hace llover sobre buenos y malos, y nos invita a hacer el bien a nuestros enemigos y a rezar por quienes nos persiguen (Mt 5,44-48).

(Las citas aquí recogidas proceden de esta obra: Maestro di San Bartolo, Abbi a cuore il Signore, San Paolo, Cinisello Balsamo 2020, p. 176).

Imagen de congerdesign en Pixabay

Por favor, síguenos y comparte: