Elegir los libros que los menores de edad van a leer es una tarea de los papás. La escuela o el Estado pueden proponer libros para los alumnos, pero los papás han de apresurarse a leerlos antes que sus hijos a fin de que, si detectan algo que consideren inmoral, o simplemente inconveniente para la edad del niño o el modo en que desean educarlo, den a conocer de inmediato a la escuela que no autorizan ese libro para su hijo.
Una novela o cuento debe tener un conflicto con un clímax. Por ello, aunque la narración sea para niños o adolescentes, puede incluir situaciones tan variadas como problemas familiares, orfandad, guerra, pobreza, delincuencia, migración, racismo, etc. Lo que los padres de familia deben detectar es si el modo en que se abordan las situaciones son finalmente una exaltación del mal, lo que volvería inconveniente ese libro, o si, por el contrario, tales situaciones difíciles sólo son parte del escenario en un tiempo y lugar determinados, o si incluso hay una denuncia, clara o velada, de esas injusticia; en este caso puede ser un buen libro para el niño, aumentando su cultura y capacidad de comprensión.
Falta de comprensión lectora
Precisamente cuando la comprensión lectora no se desarrolla desde la niñez o adolescencia, se llega a la edad adulta con una frecuente incapacidad de distinguir, por ejemplo, la ironía en los textos, y con la imposibilidad de comprender el contexto en el que se escribieron.
Ello ha contribuido desde hace muy pocos años al surgimiento de un movimiento de censura de libros.
Dos ejemplos:
- Diversas editoriales están siendo presionadas para que a los libros de Mark Twain les sean vetadas algunas palabras “ofensivas”. El autor usó, por ejemplo, conforme al lugar y tiempo en que ubicó sus novelas, la palabra nigger, un término despectivo con que se denominaba a un individuo de raza negra. Y como esta palabra se encuentra 219 veces en Las aventuras de Huckleberry Finn, ahora muchos creen por falta de comprensión lectora que Twain era un racista, siendo que en realidad él exalta la amistad entre negros y blancos.
- Se anda diciendo que La casita de la pradera, de Laura Ingalls, es un libro racista. La Asociación para el Servicio Bibliotecario a los Niños, de Estados Unidos, entregaba antes un galardón llamado Premio Laura Ingalls; pero la presión por las acusaciones del supuesto racismo de la autora hizo que se cambiara el nombre del premio. Y todo porque ella narra que a su madre no le gustaban los indios, y que una vecina opinó —era un refrán entre los colonos de aquel tiempo—, que “el único indio bueno es un indio muerto”. El problema es que se ignora la postura favorable a los indígenas de la propia Laura, que a sus escasos ocho años de edad no sólo los admiraba y amaba, sino que, a través de las preguntas que intentaba hacer a su padre, opinaba que si ése era un territorio indio no era justo que los nativos fueran desplazados por los colonos blancos.
Políticamente correcto
Ahora bien, el movimiento de censura de libros infantiles y juveniles —pero también de novelas para mayores, como Los diez negritos, de Agatha Christe, al que algunas editoriales ya le cambiaron el título—, obedece más que nada al yugo de lo políticamente correcto, que ya había anticipado George Orwell en su novela 1984; es uno de los rostros del totalitarismo, pues implica un dominio a través del lenguaje, donde éste ya no tiene la función de describir el mundo, sino de enmascararlo, incluso invirtiendo la realidad: la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud.
El que no ha desarrollado la comprensión lectora ni la capacidad crítica, es más fácilmente manipulable por la plaga de lo políticamente correcto. Y los niños están por convertirse en las principales víctimas. Por ejemplo, hace unos días se dio a conocer que, en una escuela de Barcelona, y seguramente le seguirán otras, han quedado prohibidos La bella durmiente, Caperucita Roja y otros 200 cuentos por supuestamente “sexistas”, ya que no encajan con la dictadura de lo política- mente correcto.
Visto así, muy pronto los niños y adolescentes sólo podrán tener acceso a libros de adoctrinamiento ideológico, como Hermana manzana, hermana cerda, que a través de un personaje de 3 años de edad busca promover una visión positiva del aborto.
Por eso nuestra recomendación es ésta: conseguir libros de literatura clásica infantil y juvenil ahora mismo, antes de que desaparezcan. Pueden ser en línea o impresos, nuevos o usados. Pero que este útil y genial patrimonio universal no desaparezca.
TEMA DE LA SEMANA: «LA LECTURA Y EL LIBRO»
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 3 de abril de 2022 No. 1395