Por Jaime Septién

El filósofo francés Henri Bergson decía que para conocer una cosa absolutamente habría que “conocerla desde dentro” esforzándonos por colocarnos en ella. “Meterse dentro” de una persona, de una materia, de una religión, de una fe, necesita dos acciones: salir de mi y esforzarme por entender toda su complejidad. Si me quedo en la superficie veo, entiendo y juzgo lo superficial. Si voy al fondo soy capaz de captar la esencia.

Esta idea me surge a raíz que en El Observador hemos querido dedicar este número a la lectura, sobre todo la lectura que tiene que ver con los niños, los jóvenes. ¿Cómo queremos que conozcan el mundo, a los otros, a las ideas contemporáneas, la historia o nuestra fe católica si no les mostramos el valor de la lectura; si no los empujamos (con el ejemplo, tal vez) para “ir al fondo” de las cuestiones vitales, fundamentales, las que de verdad importan en la vida?

Internet y las redes sociales nos obligan –por sus mismas características—a navegar (nunca mejor dicho) en la superficie. Para conocer algo debemos tener intimidad, interioridad con ese algo. Nada sustituye a la lectura. Es la puerta de entrada del conocimiento humano, al menos hasta ahora. Y basta recordar que en hebreo la misma raíz de la palabra conocimiento es la de la palabra amor. Nadie ama lo que no conoce. ¿Cómo amar a Dios si no tenemos trato, más que de lejos, con su Palabra? ¿Cómo amar al mundo, a los otros, si solo los tomamos como objetos? ¿Se imagina usted a Hitler (o a Putin) leyendo? Yo no.

TEMA DE LA SEMANA: «LA LECTURA Y EL LIBRO»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 3 de abril de 2022 No. 1395

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