Si un profesor desea ser aún mejor de lo que ya es, no hay mejor manera que centrarse en Jesucristo.

Tomar a Jesús como Maestro es tomarlo por guía, y es querer parecerse cada vez más a Él.

Maestro

El propio Cristo dice de sí mismo:

“Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy” (Juan 13, 13).

No sólo sus discípulos lo llamaban “Maestro”, sino incluso los escribas y fariseos, aun cuando eran sus enemigos y ellos mismos se consideraban maestros. Pero Jesús advirtió sobre ellos:

“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos (…). Todo lo hacen para ser vistos por los hombres. (…) Les agrada que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘Rabí’ [Maestro].

“Ustedes, en cambio, no se dejen llamar ‘Rabí’, porque no tienen más que un Maestro…” (Mateo 23, 2-8)

Su autoridad

Jesús instruía de un modo completamente diferente a la manera empleada por los maestros de su tiempo, “y la gente se admiraba de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Marcos 1, 22). Sólo el Maestro de maestros enseña un mensaje propio; los demás maestros sólo pueden transmitir el mensaje de otro.

Siempre discípulos

Nicodemo, fariseo y miembro del Sanedrín, que luego se haría discípulo del Señor, “fue de noche a donde estaba Jesús y le dijo: ‘Rabí, sabemos que has venido de Dios como Maestro, porque nadie puede realizar las señales que Tú realizas si Dios no está con él’” (Juan 3, 2), y el Señor le explicó la necesidades de nacer de nuevo para poder ver el Reino de Dios, ante lo cual Nicodemo dijo perplejo: “‘¿Cómo puede ser eso?’. Jesús le respondió: ‘Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?’” (Juan 3, 9-10).

Es decir, por muy preparado que pueda estar un maestro, no podrá poseer toda la sabiduría de Cristo, por lo que su posición delante del Señor siempre habrá de ser la de un discípulo que sabe que la ciencia, las matemáticas, la música y todo cuanto existe tiene su origen en Dios.

En resumen

En resumen, uno solo es el Maestro, Jesucristo. Si después ha habido maestros y hasta doctores en todos los campos del conocimiento, ha sido porque Él los constituyó al darles esa vocación, subordinándolos a Él, como repetidores y testigos de lo que han visto y oído.

¿Rabí o Raboní?

En su vida pública, a Jesús lo llamaban con el vocablo hebreo Rabí.

Rabí viene de la palabra rab, que significa “grande”, y del sufijo “-i”, que era un pronombre posesivo en primera persona; así que rabí quería decir “mi gran”, que también se podía entender como “mi señor” o “mi dueño”. El hecho es que en tiempos del Antiguo Testamento servía para describir a una persona que ocupaba una posición respetada, o bien para dirigirse a alguien de manera reverencial.

Pero ya para fines del siglo II antes de Cristo el vocablo rab se usaba para describir al maestro, y rabí como la forma respetuosa de dirigirse a alguno de ellos, equivaliendo a “mi maestro”.

Más tarde el sufijo perdió su significado posesivo, y la palabra rabí se comenzó a usar como título para los maestros de la Ley o doctores de la Ley.

Con el fin de mostrarle mayor honor a una persona, este título se intensificó a rabán o raboní, de modo que con el correr del tiempo los diferentes vocablos vinieron a designar una especie de jerarquía: rabí era más que rab, y rabán o raboní más que rabí.

María Magdalena, en la mañana de la Pascua, cuando encuentra a Jesús resucitado, lo llama con ese máximo título: “¡Raboní!” (Juan 20, 16).

Sin embargo, hay una designación incluso más grande que la de raboní. Los discípulos de Jesús fueron dejando poco a poco de llamarlo Rabí para finalmente llamarlo Señor, que es un título que corresponde a Dios (ver Isaías 43, 11), y este señorío sólo se reconoce con la ayuda del Espíritu Santo (ver I Corintios 12, 3).

TEMA DE LA SEMANA: «SOBRE LA EDUCACIÓN QUE VIENE”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de mayo de 2022 No. 1401

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