Las familas de los Caballeros de Colón de Polonia abren sus corazones y casas a los refugiados ucranianos

Por Adrian Walczuk

Cuando el Beato Michael McGivney fundó los Caballeros de Colón, uno de los objetivos principales de la nueva orden fraternal fue ayudar a las familias necesitadas, especialmente a aquellas que habían perdido a su sostén. Las vicisitudes de estas familias estadounidenses del siglo XIX se reflejan hoy en la experiencia de los refugiados de Ucrania, la mayoría de los cuales son mujeres y niños. Mientras muchos de sus esposos y padres se quedaron para defender a su patria, ellos se encuentran en países extranjeros solos, con pocas pertenencias y un futuro incierto.

Millones de ellos huyeron de Ucrania en las primeras semanas de la guerra; la mayoría de ellos, a Polonia, donde los Caballeros se han movilizado para recibir a las familias en la frontera, las parroquias y sus hogares. Tan pronto como comenzó la invasión rusa, el Consejo de Estado de Polonia respondió al llamado de la Conferencia de Obispos de Polonia para albergar refugiados y elaboró una base de datos de opciones de vivienda de mediano a largo plazo que incluyó a las familias de Caballeros de Colón que estaban dispuestas y listas para abrir las puertas de sus hogares.

Aquí se comparte la tercera de tres de estas historias de Caballeros.

Unir a las familias

Cuando Adam Weigel-Milleret llegó a su oficina en Igołomia, Polonia, el 24 de febrero, se enteró de la invasión rusa por uno de sus empleados, Oleh, oriundo de Járkov, en el este de Ucrania.

“Oleh estaba tan consternado que no podía concentrarse en las actividades diarias normales”, recordó Adam, miembro del Consjeo St. Brother Albert Chmielewski 15128 de Cracovia. “Simplemente le dije que si tenía familia allí, debería traerlos aquí”.

Durante los próximos días, Oleh estuvo todo el tiempo al teléfono ayudando ansiosamente a familiares a atravesar más de 1000 kilómetros (600 millas) desde Járkov hasta la frontera polaca.

Presenciar los esfuerzos frenéticos de Oleh para ayudar a su familia fue algo que motivó a Adam y a su esposa, Marta, a actuar.

“Junto a la sede central de nuestra empresa, hay una casa grande sin usar”, explicó Adam, que dirige una empresa internacional de transporte y mecánica al este de Cracovia. “Y hemos conseguido refugiar a varias familias ucranianas allí”.

En primer lugar, la pareja recibió a la hija de Oleh, a su primo y a sus dos hijos, de 5 y 12 años, que llegaron de Járkov después de viajar sin detenerse durante tres días a través de su país desvastado por la guerra. Pronto comenzaron a ayudar a una escala más grande y actualmente tienen a 39 refugiados, entre ellos, 21 niños.

“La familia de Adam nos dio una bienvenida muy, muy cálida. Mi abuela ya había llegado aquí antes, y ella le preguntó a Adam si podía brindarnos una habitación”, dijo Angelina, que huyó desde el sureste de Ucrania con su pequeño hijo, Artur, su hermana Margarita y su prima Sofía. “Enseguida nos dieron ropa de cama, toallas, pañales y papilla para Artur, todo lo que él necesitaba. A nosotros también nos dieron todo lo que necesitábamos. Ni siquiera puedo expresar nuestra gratitud”.

Muchos de los refugiados han llegado tan agotados que apenas pueden salir del automóvil y caminar, especialmente los niños. El trauma de su experiencia aún está muy fresco. Una noche, una madre ucraniana que se hospedaba en la casa escuchó el sonido de un inodoro descargándose y pensó que era un bombardeo.

“Entró en pánico, levantó a su bebé y se quedó afuera porque no sabía lo que estaba sucediendo”, explicó Adam. “Creo que este incidente es lo que mejor ilustra lo que las personas están pasando en Ucrania”.

Adam espera que la casa no solo sea un refugio, sino también un espacio en el que las madres y los niños (con sus esposos y padres ausentes) puedan experimentar un sentido de familia y comunidad. Señaló que, actualmente, varias habitaciones están ocupadas por una gran familia extendida que consiste en hermanas, primos, abuelas y suegros, con un bisnieto y una bisabuela como el menor y la de mayor edad.

“No puedo evitar pensar en la misión de nuestro fundador, el Beato Michael McGivney”, dijo Adam. “Estaba combatiendo los efectos de la industrialización en la vida familiar y trabajando hacia la unidad. Y, por un completo accidente, me encuentro trabajando para alcanzar el mismo objetivo ahora, ayudando a proteger a las familias y a unirlas”.

ADRIAN WALCZUK escribe desde Cracovia, Polonia, donde es miembro del Consejo Father Michał Sopoćko 17667.

Publicado en kofc.org

En la foto: Adam Weigel-Milleret (derecha) se encuentra junto con algunos de los refugiados que él y su esposa han recibido y alojado en una gran residencia junto a la sede de su empresa en Igołomia, Polonia. Foto de Sebastian Nycz

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