Por P. Fernando Pascual
Todos, de un modo o de otro, influimos en otros. Al mismo tiempo, otros también influyen en nosotros.
Influyo en quien saludo, cuando le alegro la mañana. Influyo en quien ignoro, al sentirse sin cariño. Influyo en quien escucho, porque puede desahogarse. Influyo en quien recibe mi consejo, porque ha empezado a ver las cosas de otra manera.
Es cierto que algunos influyen sobre millones de seres humanos, por escribir un libro que ha llegado a ser best-seller, por la letra de una canción, por las declaraciones sobre un tema importante, por iniciar una guerra o por lograr un acuerdo de paz.
Pero sin ser tan importantes, en la familia, en el trabajo, entre amigos, hay hombres y mujeres que dejan una pequeña huella, a veces una gran huella, en otros.
Nadie es tan insignificante que no influya en una o más personas. Nadie está tan aislado que no reciba influjos beneficiosos o dañinos de familiares, conocidos o personajes famosos. Todos, de un modo o de otro, podemos influir en otros.
Ante el hecho del continuo influjo de todos sobre todos, necesitamos tomar conciencia de este fenómeno y preguntarnos: ¿quiénes influyen en mí? ¿Sobre quiénes ejerzo algún influjo?
Luego, hay que ver si los influjos que llegan desde mí a otros resultan para su bien, si les ayudan en el camino de la vida, si los consuelan ante las dificultades.
También tengo que analizar si recibo influjos negativos, que pueden llevarme al egoísmo, o a la envidia, o al descontrol en los placeres, o a la avaricia. O si recibo influjos positivos que necesito secundar con más entusiasmo y con gratitud.
Hoy se habla mucho de “influencers”, de aquellos que en las redes sociales tienen miles de seguidores y que lanzan mensajes que influyen en muchos. Pero también es bueno recordar a esos “influencers” de lo ordinario, que dejan una pequeña huella en la vida de sus seres queridos.
Por eso, podemos pedir a Dios que nos ayude a evitar influjos negativos y a acoger influjos buenos. Sobre todo, le podemos pedir que descubramos cómo Él busca influir, siempre con respeto, en nuestros corazones, para que así dejemos el pecado y avancemos, cada día, en el camino del amor.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 29 de mayo de 2022 No. 1403