La lucha por vivir la castidad le corresponde a cada uno
Por Martha Morales
Una chica fue a hablar con el Padre Pío y le dice:
— Padre, mi novio no cree en Dios, por eso lo quiero dejar; pero me ha dicho que si lo dejo se tira al pozo.
El Padre pío le contestó:
— Ya está en el pozo. No puede bajar más.
Cuando nos definimos como “seres de placer” se nos desorbita la personalidad y podemos llegar a la autodestrucción. El Padre Pío decía: “Desafortunadamente muchos jóvenes pierden la fe porque no consiguen ser castos (…). La lujuria es el camino más breve y más fácil para ir al infierno, porque quita el gusto de la oración, debilita la fe hasta extinguirla, predispone a todo tipo de pecado, endurece el corazón y sin una gracia específica, lleva a la impenitencia final”. Según el Apocalipsis, la fornicación es idolatría (Ap 2-3).
Algunos adolescentes dicen que han perdido la fe, que no creen en Dios. Decía Pascal: “Abandonen sus pasiones y creerán”.
El joven de hoy tiende a reducir el amor a satisfacción individual mediante la posesión del otro. Habría que decirle que no hay fidelidad sin desprendimiento: El mismo amor que me hace capaz de renunciar a tu posesión a la hora de mi deseo, me impedirá rechazarte cuando sienta el hastío (Thibon).
Gustave Thibon, pensador francés, escribía: “Todos tenemos pasiones, y las podemos usar para móviles inferiores o superiores. No es preciso luchar contra las pasiones en cuanto motor, lo que hace falta es arrebatarles el timón. Lleva tú el timón, que no lo lleve otro en sustitución tuya, a menos de que así lo hayas elegido responsable y libremente”.
Freud no aceptaba la Revolución sexual
Juan Bautista Torelló, psiquiatra, analizó: “Freud no era partidario de la revolución sexual como algunos discípulos suyos, entre ellos Wilhelm Reich, que quería la “libertad sexual” e iba contra el matrimonio. Pero Freud no fue nunca así, tampoco teóricamente. Freud dio importancia a la sexualidad en la maduración y en la elaboración de la persona, pero no era ni un libertario ni un libertino, ni mucho menos. Puso de relieve el término “represión sexual”, pero entendida la represión como contenerse no por principios, no por ideas. Es decir, la represión freudiana no tiene nada que ver con la continencia cristiana. En la continencia cristiana hay una escala de valores y respecto de la vida sexual, en esa escala de valores está arriba el matrimonio; las demás cosas son más o menos insuficiencias o desviaciones”.
Castidad para todos
La lucha por vivir la castidad le corresponde a cada uno, según el estado civil y la edad en que se encuentre; la lucha por defender el verdadero sentido de la familia, del matrimonio y de la sexualidad humana nos corresponde a todos, también a los adolescentes.
La castidad, efectivamente, se ordena al “don de sí» porque implica el «dominio de sí». Puesto que nadie puede dar lo que no posee: si la persona no es dueña de sí misma por medio de las virtudes y, concretamente de la castidad, carece de aquella auto posesión que la hace capaz de donarse. La castidad es la energía espiritual que libera el amor del egoísmo y de la agresividad. En la medida en que en el hombre se debilita la castidad, su amor se hace progresivamente egoísta, es decir, buscará la satisfacción de un deseo de placer y no ya un don de sí.
El 95% de los adolescentes que tienen relaciones sexuales en México, no lo deciden, lo hacen por presiones del ambiente o bajo el efecto del alcohol o de la droga. Es triste tonar una decisión porque “se dice” que todos lo hacen.
Algunas personas le dan la rectoría de su vida a la afectividad, en lugar de dársela a la inteligencia. ¿Unirse con alguien sin tener amor, es natural? No.
Todos están llamados a la castidad, y mediante virtudes de dominio de sí mismo pueden educar su libertad interior; si son bautizados, “pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana”
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 29 de mayo de 2022 No. 1403