En 2013, en su Mensaje para la XXI Jornada Mundial del Enfermo, Benedicto XVI escribió:

“Con las palabras finales de la parábola del buen samaritano, ‘Anda y haz tú lo mismo’ (Lc 10,37), el Señor nos señala cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás, especialmente hacia los que están necesitados de atención”. Es decir, “esto no sólo vale para los agentes pastorales y sanitarios”.

En su encíclica Deus caritas est, refiriéndose al contexto en que el Jesucristo presenta esta parábola, Benedicto XVI hacía esta aclaración: “Mientras el concepto de ‘prójimo’ hasta entonces se refería esencialmente a los conciudadanos y a los extranjeros que se establecían en la tierra de Israel, y por tanto a la comunidad compacta de un país o de un pueblo, ahora este límite desaparece:

“Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar”.

Por tanto, “se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta”.

Y añade más adelante este punto que es crucial y que, con no poca frecuencia, falla en iniciativas de caridad por lo que acaban por no concretarse:

“Según el modelo expuesto en la parábola del buen samaritano, la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación”.

Una necesidad inmediata suele requerir una respuesta inmediata. El samaritano de la parábola no se puso a hacer un complicado “análisis de la realidad”. Simplemente ayudó.

Hay situaciones en las que, efectivamente, se requiere planear con calma, lo que permite construir obras de una utilidad enorme, como un banco de alimentos, un orfanatorio, una escuela para pobres, un hogar para madres en riesgo de abortar, etc. Pero otras veces es necesario actuar en ese instante.

La madre Teresa de Calcuta, caminando por la calle, tropezó con el cuerpo de una mujer moribunda. “La levanté, caminé hasta un hospital cercano y pedí una cama para ella”. La mujer murió en esa cama, quizá la única cama que tuvo en su vida. El hecho es que aquel acontecimiento cambió la vida de la madre Teresa; ella contó que sentía una voz interna que le martillaba en su corazón y que le repetía: “Tienes que hacer algo”, “No puedes quedarte con los brazos cruzados”, “Si tú no empiezas, nadie comenzará”.

Que no nos pase como lo que dice esta reflexión de autor anónimo: “Tuve hambre y formaste un comité para investigar mi hambre. Me quedé sin techo y llenaste un informe con mi desgracia. Enfermé y mantuviste un seminario sobre la situación de los desamparados. Investigaste todos los aspectos de mi desdicha y todavía tengo hambre, estoy sin techo y enfermo”.

TEMA DE LA SEMANA: “CRISTIANO ES QUIEN DE LA MANO, COMO EL BUEN SAMARITANO»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 10 de julio de 2022 No. 1409

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