Al caer la tarde silenciosa, cuando todo era calma en el ambiente, una luz se encendía diligente en oración humilde y amorosa.

Eras tú, Clara, corazón amante, que velabas al Dios sacramentado, pidiendo por el mundo atormentado, de tanto desamor desconcertante.

Plegaria y sacrificio así juntabas con alegre talante contagioso, que arrastraba tras sí por amoroso, a las flores vivientes que cuidabas.

Y así, cuando por fin llamó el Esposo a tu puerta, radiante de alegría a su encuentro saliste en este día con aceite abundante y luminoso.

En el coro de vírgenes prudentes, alabas al Señor tres veces santo; nosotros nos unimos a tu canto y a tu gozo seráfico y ferviente. Amén

 

Imagen de María Paola Bertel en Cathopic

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