Por P. Fernando Pascual

En casi todos los tiempos y lugares ha habido personas que han mirado hacia el futuro con miedo, con dudas, con desesperanza.

La cosecha fue mala. Los bancos piden el pago de un préstamo y no hay dinero. El diagnóstico daba a entender que la muerte podría llegar en semanas.

La mirada interior mira al futuro, teme que llegue el hambre, que embarguen la casa, que el hospital nos engulla poco a poco.

La lista de situaciones es mucho más larga, porque también el futuro nos parece oscuro cuando perdemos un amigo, cuando escuchamos que sube el precio del pan, cuando anuncian el peligro de una nueva guerra.

¿Cómo afrontar los temores ante un mañana que se tiñe de tinieblas? ¿Cómo emprender las tareas cotidianas cuando domina la idea de que tal vez en unos días perderíamos casi todo?

No resulta fácil mirar hacia adelante ante los dolores que nos aprietan, incluso nos sitian, de golpe o poco a poco.

Pero tampoco podemos dejarnos abatir, como si ya no hubiera ninguna posibilidad. Porque incluso resulta posible amar desde las sábanas de un hospital, y hacer el bien cuando el dinero no llega para cubrir los gastos del mes.

Tendremos, es verdad, menos opciones, más límites, incluso dolores con los que parezca imposible emprender un nuevo esfuerzo.

Incluso entonces, todo corazón puede mirar al cielo, pedir ayuda a Dios Padre, renovar la esperanza, y hacer ese poco (que puede ser más importante de lo que imaginamos) que resulta posible desde nuestro interior.

La oscuridad seguirá allí, porque no se borran los problemas con una dosis de esperanza. Pero tendremos en nuestro corazón una luz y una energía interior para seguir adelante, desde la ayuda del Padre de los cielos y de tantas personas buenas que siguen a nuestro lado…

Imagen de Iatya Prunkova en Pixabay

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