Algo así es el discernimiento, elegir, escoger. Ante los embates que la vida nos presenta tener la inteligencia y la voluntad de saber hacia dónde vamos o qué queremos hacer.
Redacción
Dice la canción que la vida es un tomar de decisiones. Por las mañanas decidimos a qué alarma del despertador hacerle caso, qué pie poner primero en el suelo para dar el primer paso… y así hasta elegir la ropa o la comida que llevaremos a la escuela o al trabajo.
Pero esos son actos inmediatos, rutinarios, que se hacen de manera, por lo general, inconsciente. Las verdaderas decisiones requieren reflexiones, requieren discernimiento, algo así como decir “¿con quién me voy?” “¿Con melón o con sandía?” “¿Con el uno o con el dos?”
Pero, ¿qué significa discernir? El Papa Francisco en su catequesis expone muy bien este tema como un “acto importante que concierne a todos, porque las elecciones son una parte esencial de la vida”. Y es que elegir aquello que nos beneficia, que determinará el rumbo de nuestras vidas no es tarea sencilla, es decir, alguien de 40 puede tener las mismas dudas existenciales que alguien de 15 por no discernir, por no saber hacer una buena elección en los diferentes momentos de la vida.
Un ejercicio de inteligencia
Desde la adolescencia, desde la juventud, es importante saber que el discernimiento toma relevancia a la hora de elegir un proyecto de vida, y también se concreta nuestra relación con Dios. El discernimiento es un ejercicio de inteligencia, habilidad y voluntad, pero también tiene un costo para que pueda ser operativo, pues requiere de un esfuerzo.
Las situaciones en el camino pueden ser inesperadas e imprevistas y es imprescindible reconocer la importancia y la urgencia de la decisión que hay que tomar. Cada uno debe tomar sus decisiones; no hay nadie que las tome por nosotros. En un momento se puede pedir un consejo, pero, finalmente, la decisión debe ser propia.
Por ejemplo, la forma en que vas a aprovechar tus talentos artísticos o deportivos, los amigos que escogerás, la escuela a la que irás. Son elecciones que se pueden hacer con el consenso y apoyo de los padres, pero en las que tú tendrás la última palabra guiado por la inteligencia, la habilidad y la voluntad.
A menudo hemos tenido esta experiencia: elegir algo que nos parecía bueno y en cambio no lo era. O saber cuál era nuestro verdadero bien y no elegirlo, pero siempre existe la oportunidad de recomponer.
Encontrar un tesoro
En el camino del discernimiento, menciona el Papa Francisco, es muy posible que encuentres un tesoro, “la alegría de los que han encontrado al Señor, pues tomar una bella decisión, una decisión correcta, siempre te lleva a esa alegría final”; quizás en el camino tengas que sufrir un poco de incertidumbre, pensar, buscar, pero al final la decisión correcta te beneficia con alegría.
Por ejemplo, al estar frente a la depresión, algún desorden alimentación o simplemente vulnerables ante lo que ocurre a su alrededor, los jóvenes, los adolescentes necesitan discernir, apoyados en su familia, en la comunidad cristiana, para que puedan encontrarse en la alegría con el Señor y retomar su camino.
Dios nos da una instrucción precisa, dice el Papa Francisco, “si quieres vivir, si quieres disfrutar de la vida, recuerda que eres una criatura, que no eres el criterio del bien y del mal, y que las elecciones que hagas tendrán una consecuencia, para ti, para los demás y para el mundo (cf. Gn 2,16-17); puedes hacer de la tierra un magnífico jardín o puedes convertirla en un desierto de muerte”.
El discernimiento, pues, es esa reflexión de la mente, del corazón que debemos hacer antes de tomar una decisión. Por lo tanto: el conocimiento, la experiencia, el afecto, la voluntad: son algunos elementos indispensables del discernimiento que deben ser guiados por el Espíritu Santo.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de septiembre de 2022 No. 1418