Dicen los estudiosos que el estrés es un fenómeno esencialmente adaptativo, que le permite al ser humano percibir una situación como potencialmente peligrosa, lo cual genera una reacción de alarma que lleva al cuerpo a prepararse para enfrentarla, y finalmente se produce la acción que busca proteger la integridad personal.

El problema radica cuando el ser humano se percibe sobrepasado por el factor estresante, de manera que éste ya no lo lleva a generar reacciones para su supervivencia, sino que lo hunde en sentimientos de inseguridad, desconfianza, irritabilidad, inquietud, aislamiento, insomnio, depresión, ansiedad y hasta trastornos corporales.

En general, a mayor desarrollo de la civilización, los estresores colectivos tendieron a disminuir, mientras permanecieron los del ámbito individual. Pero en 2020 la declaratoria de pandemia cambió todo. El miedo generalizado de contagiarse, el aislamiento social, la suspensión temporal de la escuela o el trabajo, la disminución de los salarios a la mitad, etc., fueron factores de estrés tan agresivos que dificultaron la capacidad individual para adaptarse.

Diversos estudios apuntan a que, en promedio, en apenas medio año de encierros, un tercio de la población mundial ya había desarrollado problemas de ansiedad y/o depresión. Y se reportó un incremento algo mayor del 40% en casos de personas con ideas suicidas.

Si bien el 99.92% de la población mundial sobrevivió a la pandemia de acuerdo con los datos recogidos por la Universidad John Hopkins, ahora han llegado otras amenazas, como la escasez de productos, la caída de la economía o los conflictos armados —todas ellas achacadas de manera reduccionista a la guerra de Ucrania y Rusia—, dando pie a una nueva oleada de estrés mundial.

Cuando Juan XXIII era un hombre joven, escribió diez ideas para vivir la vida de forma sana, y más tarde fueron publicadas con el nombre de Decálogo de la serenidad, que proponemos:

  1. Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente este día, sin querer resolver de una sola vez el problema de mi vida.
  2. Sólo por hoy pondré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis modales, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, salvo a mí mismo.
  3. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
  4. Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiem­po a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
  5. Sólo por hoy haré una buena acción sin decírselo a nadie.
  6. Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y, si me sintiera ofendido, procuraré que nadie lo sepa.
  7. Sólo por hoy seré feliz, en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en este mundo, sino también en el otro.
  8. Sólo por hoy haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
  9. Sólo por hoy creeré firmemente, aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.
  10. Sólo por hoy no tendré temores: De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.

TEMA DE LA SEMANA: “¿ES POSIBLE LA PAZ INTERIOR? LOS SANTOS TIENEN LA RESPUESTA»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de octubre de 2022 No. 1424

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