Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro
- “Es triste que así sea”, dice el Papa Francisco, refiriéndose a “los muchos reclamos que se dirigen en relación con este ministerio -la predicación de la homilía- y no podemos hacer oídos sordos”, pues los fieles le dan mucha importancia a este “gran ministerio”, pero “los ministros ordenados ponen poco cuidado en cuanto a su preparación”.
A ésta el Papa enfoca su preocupación porque, “un predicador que no se prepara, no es ´espiritual´; es deshonesto e irresponsable con los dones recibidos” al frustrar las esperanzas legítimas de la comunidad. Ya el Concilio había advertido que los ministros sagrados que no estudian y meditan la palabra, corren el riesgo de “volverse predicadores vacíos de la palabra, que no la escuchan por dentro” (DV 25).
- La seriedad de estas advertencias las acentúa el Papa Francisco en la veintena de páginas que dedica a reflexionar sobre la naturaleza de este ministerio, su capital importancia, la metodología que debe seguirse y la necesidad de dedicar un tiempo, sin excusa pastoral que valga, a su preparación. Añádase a esto el “Directorio Homilético” que el Papa mandó publicar, amén de las múltiples y variadas exhortaciones de sus predecesores. Esto, quizá, nos haga ver que no se trata de un simple descuido, de un solo no saber cómo, sino de una deficiencia “estructural”, el clericalismo todavía imperante con pérfida tenacidad (el querer apropiarse en exclusiva de la salvación), al que se opone tan radicalmente la sinodalidad (el aceptar que la salvación es obra de todos), que ahora el Concilio y el Papa, junto con nuestros obispos, nos invitan a reactivar.
- “La Palabra personalizada” y “el Oído puesto en el pueblo” son dos pilares que el Papa expone en su exhortación para construir la homilía. a) La Palabra de Dios leída, meditada, asumida y personalizada en la vida del presbítero, y b) el Oído atento y vigilante sobre las voces del Espíritu que resuenan en la comunidad, son los dos elementos que se deben conjuntar y unir en la homilía para que la salvación de Dios llegue, en el Hoy de la celebración, a hacerse vida en el mundo.
- La preparación de la homilía auténticamente sinodal, debe envolver y nutrirse de la acción fecunda del Espíritu Santo que actúa no sólo en el presbítero, sino en su comunidad de fieles. Pretender preparar la homilía sólo con el comentario o el diccionario bíblico, o con una homilía preconcebida por un autor selecto, son recursos válidos, pero insuficientes, sujetos al riesgo de ser interpretados y discernidos sólo, única y exclusivamente, por el presbítero, que necesariamente se verán marcados por sus intereses, su criterio y su personalidad, pero no serán la “voz sinfónica” del Espíritu que resuena en el mundo, ni la palabra encarnada que necesita su comunidad. Serán homilías académicas, salpicadas de anécdotas, hasta de humorismo, pero empobrecidas por la autosuficiencia, que contentan pero que no alimentan. No rinden “culto a la verdad”, dice el Papa Francisco. Esto equivale, en definitiva, a “utilizar algo sagrado para el propio beneficio y trasladar esa confusión al Pueblo de Dios”. El Papa advierte “no olvidar que a veces ´el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz´”.
- Los fieles laicos deberán contribuir con su experiencia secular a enriquecer la mirada de su Pastor de modo que toda la comunidad reciba, en la homilía dominical, la sabiduría cristiana que necesita para desempeñar sus propias tareas, según el designio salvador de Dios.” ¡Qué bueno que sacerdotes, diáconos y laicos se reúnan periódicamente para encontrar juntos los recursos que hacen más atractiva la predicación!” concluye, esperanzado, el Papa su exhortación.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de octubre de 2022 No. 1425