Por Arturo Zárate Ruiz

Así se lo pedimos a Dios cuando nos persignamos. ¿Pero quiénes son nuestros enemigos?

A veces pensamos que es nuestro vecino con quien no nos llevamos bien. He allí que su perro gruñe mucho cuando pasamos frente a su casa y he allí que a veces el hombre pone su basura en nuestro contenedor.  Nos enfada.

Pensamos tal vez en nuestros parientes políticos, no hablemos de nuestra suegra, quienes nos echan una mirada glacial cuando nos tomamos un tequilita y se desbordan en gestos de compasión con nuestra esposa por no aportar nosotros el suficiente ingreso para que los acompañe ella cada tercer día de compras al Palacio de Hierro.

¿O acaso son los del equipo contrario, quienes siempre meten el último gol con que “nos roban” el campeonato? ¿O el negocio, el político, el buscador de empleo que compite con nosotros y nos quita clientes, el triunfo en las elecciones, la oportunidad de trabajo porque es mejor, o más bien, tramposo (sí, eso, eso)?

Y muchas veces no nos cabe ninguna duda de gobernantes, empresarios y líderes corruptos; de carteristas, ladrones, asaltantes, secuestradores, mafiosos que aterrorizan el país; de pervertidos que persiguen a niños; de depravados que ensucian sus conciencias; de mujeriegos que abandonan a muchachas preñadas; de abortistas que se proclaman benefactores de la humanidad; de tiranos insaciables de poder y de riquezas, que inician guerras, destruyen pueblos, esclavizan naciones, borran su patrimonio cultural, cometen genocidio.

No falta que identifiquemos como enemigos a quienes persiguen a la Iglesia, ya con doctrinas falsas, ya con cárcel a sus pastores y sus fieles, ya callando su mensaje de salvación, ya fomentando divisiones e inquinas entre nosotros, ya prohibiendo el culto y martirizando a los confesores, ya sembrando simplemente la duda entre los sencillos, ya haciendo desmayar a los flacos con malos ejemplos.

Ni falta tampoco que consideremos como máximos enemigos a la miseria, la enfermedad, el hambre y la muerte. Quizás lo sean, pero no tanto, pues san Pablo exclama tras el triunfo de Cristo: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?”

Los verdaderos enemigos

Sin perder de vista el triunfo de Cristo para no desesperar, hay que recordar de cualquier manera estos verdaderos enemigos: el diablo, la carne y el mundo. Del mundo Cristo nos advierte que “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. De la carne en especial dice: “Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre, porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad, todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”. Y san Pablo es claro sobre el verdadero enemigo nuestro, Satanás y sus secuaces: “nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio”.

Recordemos esto porque enemigos nuestros no son ninguno de nuestros hermanos, aunque nos maltraten. Calles, que persiguió a los cristeros, se convirtió al final de su vida. Voltaire sobre la Iglesia dijo: “Aplastad a la infame”, pero acabó en su seno y recibió los sacramentos en el último momento. Napoleón hizo prisioneros a dos papas y, en gran medida, causó la muerte de uno de ellos. La misericordia de Dios aun así alcanzó al corso, pues también se convirtió y recibió finalmente los sacramentos. Recientemente leí que el pervertido, asesino y caníbal Jeffrey Dahmer se arrepintió de su monstruosidad, se bautizó y pidió perdón antes de morir. También Jesús se compadeció de él, como lo hace con todos nosotros, quienes, reconozcámoslo, no somos ningunos angelitos. No condenemos, pues, ni consideremos enemigos a otros hermanos porque nos hacen mal. Pidamos por su conversión y su salvación. La necesitan. Y no lo olvidemos: también nosotros.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de octubre de 2022 No. 1425

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