Por P. Fernando Pascual
Hablamos del clima, del precio de la luz, de la importancia de tomar vitamina C, de lo que ocurrió en alguna guerra del pasado.
Lo que decimos sobre cualquier tema puede encontrar su origen en diversas fuentes de conocimiento. Dos de ellas tienen un papel importante.
La primera, surge desde lo que hemos leído o escuchado de otros. La segunda tiene su origen en experiencias y reflexiones personales.
Como ejemplos de la primera fuente, basta con escuchar a otros cuando hablan de la Primera o de la Segunda Guerra Mundial, del cambio climático o de la utilidad de las vacunas.
Como ejemplos de la segunda, notamos en seguida cuándo alguien presenció un accidente, o ha realizado una investigación a fondo sobre un tema de interés.
Nosotros mismos usamos continuamente de estas dos fuentes, en ocasiones de un modo mixto, pues reelaboramos lo dicho por otros desde reflexiones y experiencias personales.
Así, al hablar sobre el mejor modo de afrontar una gripe, usaremos con frecuencia ideas que nos ofreció un médico o que leímos en la prensa, pero también el resultado de nuestras observaciones al ver cómo superamos algunas gripes en los últimos inviernos.
Desde luego, en las dos fuentes encontramos material muy valioso en todo aquello que esté cerca de la verdad; pero también hay errores o, incluso, mentiras, que nos alejan de la verdad.
No es raro, por ejemplo, que escuchemos a quien afirma, con una seguridad sorprendente, que el cambio climático es una invención de ciertas élites, porque han leído esa idea en diversas páginas de Internet.
Incluso nosotros mismos podemos estar convencidos de una imprecisión, porque hace años nuestro profesor de biología nos enseñó (en su tiempo) que el genoma humano tiene alrededor de 100 mil genes, cuando ese dato ha sido radicalmente redimensionado en las últimas décadas.
A pesar de los errores, podemos señalar que las dos fuentes de lo que decimos (y pensamos) ofrecen numerosas verdades, algunas corregibles, otras casi “definitivas”, que ayudan a orientar la propia vida.
De vez en cuando, cuando hablamos o cuando escuchamos, podemos preguntarnos: ¿de dónde viene esta idea? ¿En qué manera me ayuda a conocer mejor el mundo en el que vivimos?
Con una sana atención, podré identificar a personas que, en libros o audios, me ofrecen buenos contenidos, para prestarles la atención que merecen.
Podré también mejorar mi manera de reflexionar sobre lo que experimento y escucho, a fin de que cada día aumente mi espíritu crítico, para apartarme de lo impreciso o falso, y para avanzar, poco a poco, hacia la verdad.
Imagen de Peter Olexa en Pixabay