Por Jaime Septién
Querido lector: primero que nada, déjame darte las gracias por habernos acompañado en El Observador durante el año que acaba. No necesito recordarte lo difícil que ha sido llegar hasta hoy con la publicación semanal del periódico. La situación económica ha cambiado poco, aunque el sacrificio de todo el equipo haya sido mayúsculo. Nuestro destino sigue en las manos de Dios y en tus manos.
Buscamos por todos lados apoyos. Las empresas pequeñas de nuestro México –las que mueven la economía del país—estamos acorraladas. No creen en nosotros. El Observador sobrevive por la Providencia, casi como cada uno de nosotros.
Sé que ya lo he dicho en múltiples ocasiones. A riesgo de parecer “disco rayado”, te vuelvo a preguntar: ¿de verdad quieres un periódico católico, hecho por laicos, periodistas profesionales que hemos dejado a un lado lo comercial para volcarnos en la misión de transformar el lenguaje de este medio y cumplir la misión de “evangelizar desde los tejados”?
No quiero caer en el error de hablarte a ti de aquello que tú sí haces; es decir, leernos cada semana. Solamente quiero pedirte –con el corazón—que nos sigas ayudando entre los tuyos. ¿Cuántas veces hablamos de que “los valores se están perdiendo” y no sabemos por qué? El Observador –nos lo han dicho fuerte y quedito—es una luz en medio de oscuridades. ¿Qué no es un vocero oficial de la Iglesia? Por supuesto que no lo es, El Papa Francisco nos pide, nos exige “caminar juntos”. ¡Es la sinodalidad que reclama la Iglesia católica esta Navidad y para el 2023 en adelante!
Hace poco un lector me reclamó porque me “meto en política”. Francamente, no me sonó el reclamo. Me dio la impresión de que estoy cumpliendo con mi deber de periodista y de católico. Aclaro: lo católico en este medio no es un adjetivo, no es un adorno: es un sustantivo. Es sustancial que los católicos salgamos a la vida pública. Tenemos la verdad de nuestro lado. ¿A qué viene esconderla debajo de la mesa?
Es víspera de Navidad. Se supone que deberíamos hablar de cosas dulces y facilonas. Perdón, mil veces perdón por estos arrebatos. Por lo demás, son sinceros. Maité, todos los que trabajamos en esta casa editorial desde hace 28 años y un servidor, les enviamos un abrazo y la súplica sentida, profunda, de que nos consideren entre sus amistades a procurar el año que entra. Y que el Niño Jesús nazca en el pesebre limpio, caliente, solidario de nuestro corazón.
Estoy a tus órdenes en jaimeseptien@elobservadorenlinea.com
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de diciembre de 2022 No. 1432