Por Jaime Septién

Este 16 de julio cumplimos 29 años de circular sin interrupción, semana con semana. Ha sido un tiempo de gracia. Gracia de Dios y de quienes colaboran en El Observador. Hoy quiero rendirles agradecimiento a los cuatro obispos que nos acompañaron en 1995: don Mario De Gasperín (Querétaro), venturosamente entre nosotros. Don Arturo Szymanski (San Luis Potosí +); don Humberto Velázquez (Celaya +) y don Rafael García (León +).

Aquel verano de hace 29 años, cuatro empresarios —luego exitosos políticos— se unieron para empujar el proyecto: Paco Garrido, Ignacio Loyola, Rolando García y Eduardo Magaña, Éramos muy poquitos los que empezamos a dibujar en el horizonte la posibilidad de un periódico semanal que influyera en la cultura, que reafirmara la aportación del catolicismo a la sociedad y que pugnara porque los mexicanos no olvidemos los valores morales y religiosos que han sido la sangre de nuestra nación.

Hoy somos menos que los que iniciamos la aventura. Las sucesivas crisis por las que ha pasado México, nos han zarandeado enormemente. En especial la del Covid. Maité, un servidor y el equipo de trabajo no tenemos otra explicación más que la mano de la Providencia ha actuado por encima de nuestras cualidades y esfuerzos. Si por ellos fuera, hace años que habríamos echado el cerrojo.

¿Qué sigue? Solo Dios lo sabe. Estamos tranquilos. Hemos cumplido con nuestro deber. ¿Siervos inútiles? Sí. Nunca hemos pretendido adornar al semanario con logros inexistentes. Somos lo que somos y no otra cosa. Somos una pequeña familia que va en la barca con Jesús dormido en la proa. En 29 años, sin faltar uno, le hemos gritado “¡Señor, levántate que nos ahogamos!” Y en 29 años, sin cansarse ni reclamarnos, nos ha respondido: “¿Qué pasa, no tienen fe?” La orilla está cerca. Esperamos seguir navegando. Mar adentro.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 14 de julio de 2024 No. 1514

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