Editorial

La salida al mercado del libro de recuerdos del papa Francisco sobre Benedicto XVI debería servir, para todos nosotros, especialmente para quienes buscan suceder en el puesto que sea a otra persona, un camino a seguir, un ejemplo de cordura, sensibilidad, cercanía, comprensión y cultura.

Se llama El sucesor y es un libro-entrevista con el periodista español Javier Martínez-Brocal. Vale la pena, en cuanto se consiga en México, leerlo, meditarlo, imitarlo. Uno que tuvo el valor de renunciar a la responsabilidad más influyente del mundo, y el otro que lejos de relegarlo o de minusvalorarlo, lo acogió como “un padre”.

El testimonio de Francisco no deja lugar a dudas: “Me dejó crecer, me dio paciencia. Y, si no veía clara alguna cosa, pensaba tres o cuatro veces antes de decírmelo. Me dejó crecer y me dio libertad para tomar decisiones”. Dejar crecer al que viene, no apabullarlo, no quitarle el espacio, hablar claro, pensar las cosas “tres o cuatro veces” antes de decirlas: ¿no es la mayor muestra de civilidad, de compromiso con el pueblo de Dios?

Algunos del entorno de BXVI quisieron enemistarlos. No pudieron. Los dos papas se encontraban por encima del chismorreo que tanto daño hace a las relaciones humanas. Y más daño hace cuando el demonio se mete en la mente de quienes toman decisiones. Pero la Iglesia es otro cantar. Si bien se entiende es puro servicio; cero orgullo. ¡Qué diferencia de casi todos los políticos, los ejecutivos, los poderosos. Para ellos “el de antes” lo hizo mal. Y hay que borrarlo del mapa. O calumniarlo para que solito desaparezca.

También nosotros, en casa, en la oficina, en el taller, en donde sea, podemos aprender de los dos papas. Después de todo, la sociedad civilizada parte de un principio elemental: que los seres humanos no se humillen entre sí, que para humillaciones ya tenemos suficientes por parte de “las autoridades”.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 14 de abril de 2024 No. 1501

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