Es fundamental establecer un diálogo respetuoso y cordial, entendiendo que somos distintos y que en algunos puntos no concordaremos.
Por Mónica Muñoz
Nuevamente estamos celebrando la Navidad, por todos lados vemos adornos y publicidad que nos invita a gastar hasta lo que no tenemos en artículos que realmente no necesitamos, pero que prometen traer felicidad, paz y armonía a nuestras vidas. Por supuesto que hay mucha gente que se deja atrapar por el canto de las sirenas de la mercadotecnia que deja al descubierto todas las necesidades creadas por el deseo de obtener estatus, ya que una marca siempre será el diferenciador en el producto adquirido por quien quiere ser distinto de los demás.
Pero fuera de toda esta parafernalia de objetos inútiles, está el verdadero fondo, uno que difícilmente se detectará si no ponemos atención: queremos ser importantes para las personas. No es un mal deseo, todos queremos ser tomados en cuenta, es parte de la naturaleza del ser humano, anhelamos pertenecer y convivir con nuestros semejantes, lo que traerá consigo el refrendo de nuestra confianza en nosotros mismos, eso que la psicología moderna llama autoestima, y que, repito, no es malo, porque no podemos amar a los demás si no nos amamos a nosotros, lo que debemos entender es la diferencia entre autoestima y egolatría, porque la primera será signo de buena salud social, la segunda se convertirá en una sociopatía.
Oportunidad de reconciliación
Por eso debemos reconocer que esta época navideña representa una oportunidad para reconciliarnos con los hermanos, especialmente con los miembros de nuestra familia de sangre. Es lamentable leer en las redes sociales o escuchar en las conversaciones ciertas quejas, como que no estamos obligados a querer a nuestros parientes solo por serlo o como dice el famoso refrán “entre los parientes y el sol, entre más lejos, mejor”, lo que denota la mala relación que existe entre familiares.
La comunicación debe fluir sincera y respetuosa entre nosotros para evitar conflictos, es cierto que a veces existen personas difíciles y que no lograremos nunca una relación perfecta con ellas, pero por lo menos intentemos otorgarles el beneficio de la duda y actuar con empatía, pensando siempre bien de los demás y haciendo el esfuerzo para comprender las razones de su comportamiento. Es sorprendente lo que podemos descubrir en los demás con el solo hecho de escucharlos.
Lo fundamental será entonces poner en claro la razón de nuestras diferencias, entablando un diálogo respetuoso y cordial, entendiendo que somos distintos y que en algunos puntos no concordaremos, pero que eso no debe ser motivo para distanciarnos, si de verdad amamos a nuestra familia, haremos lo posible por dejar las diferencias a un lado y enfocarnos en lo que congeniamos para fortalecer los lazos que nos unen.
No a las actitudes negativas
Recuerdo la historia de una familia que se ensañó contra uno de los chicos porque le iba a un equipo de futbol rival. El pobre muchacho se sentía tan agobiado que dejó su hogar siendo adolescente. La historia no tuvo final feliz, cayó en vicios y aunque volvió para reencontrarse con su madre en su lecho de muerte, él mismo murió joven, con heridas en el alma debido al desamor de su familia.
No caigamos en actitudes negativas, la soberbia siempre será pésima consejera, a veces requerimos una corrección para reconocer que estamos fallando en nuestras relaciones interpersonales, pedir perdón a tiempo siempre será el mejor camino para solucionar los conflictos, por eso, sanemos heridas, retomemos amistades, busquemos a nuestros seres queridos, llamemos por teléfono a esa persona con la que nos distanciamos hace tiempo, porque la verdadera paz del alma llegará cuando nos reconciliemos con la gente que amamos, de nada servirá llenarnos de obsequios si no regalamos perdón, recordemos que la Navidad es la fiesta del Amor de Dios que se hizo Hombre para reconciliarnos con Él.
De nada servirá comer y beber hasta hartarnos, comprar y estrenar si no recuperamos el verdadero sentido de estas fechas.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de enero de 2023 No. 1434