Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) apóstol y mártir de la no violencia, asesinado el 30 de enero de 1948 en Nueva Delhi, conocedor del Evangelio, decía que ‘el cristianismo está todavía por realizar…Mientras no hayamos arrancado de la raíz la violencia de la civilización, Cristo no na nacido todavía’.

Palabras en parte ciertas y puntuales. Si todavía existe la violencia, parece que todavía no ha nacido Cristo Jesús en el corazón de muchos. La violencia omnipresente en las sociedades, en las familias, en el mundo.

La intolerancia y la agresividad está a flor de piel; el egoísmo lleva a destruir a los contrarios y a considerarlos siempre opositores.

Qué absurdo es pretender que las injusticias se combatan con injusticias o los males con el mal. O a fuerza de gritar y de marchar o a fuerza de decretos o fuerza de leyes se combate para siempre la violencia de todo tipo. Es una ingenuidad. Por supuesto debe de hacerse eso, pero no basta.

Jesús el Príncipe de la Paz, ha de nacer en nuestro corazón; es imperativa la conversión del corazón a las palabras de Jesús: ‘Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian…’ (Mt 5, 38-48).

A partir del amor y del respeto a la persona, se debe construir la Civilización: respeto a la dignidad y a los derechos de la persona humana; el derecho y la posibilidad a la educación y a la cultura; el derecho y la posibilidad de un trabajo digno y bien remunerado; el derecho a la verdad y a la vida; el derecho a la libertad religiosa o simplemente  derecho a la libertad con todas sus posibilidades en el campo del bien; el derecho a una patria y a una vivienda digna; el derecho a gobiernos honestos y transparentes, promotores del bien común, etc.

Qué fácil es la corrupción que está a la orden del día. El libertinaje que daña a la misma persona que lo practica a través de conductas perversas.

Jesús nos pone el ideal muy alto: ‘Ustedes, pues, sean perfectos como su Padre celestial es perfecto’.

No a la violencia, es el limite absoluto; pero sí al Amor, con todas sus riquezas y posibilidades. El amor se identifica con la felicidad; luego, la felicidad es el amor.

 

Imagen de Joseph Redfield Nino en Pixabay


 

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