Por Arturo Zárate Ruiz
En 2013, el papa Francisco denunció “la globalización de la indiferencia”. Se refirió al desprecio y abandono que sufren los migrantes. Lo hizo en Lampedusa, una isla italiana en el Mediterráneo menor que la superficie urbana de San Juan del Río. Allí se amontonan muchos miles de africanos en su ruta a Europa, que suele rechazarlos; muchos de ellos arriesgando y aun sufriendo la muerte en su travesía en barcazas por el mar embravecido.
Fue su primer viaje fuera de Roma, tras cuatro meses de pontificado. Que lo haya elegido así indicó su preocupación especial por los “descartados”, la cual ha caracterizado su liderazgo en la Iglesia durante 10 años.
En septiembre de 2014 explicó: «En una época de tan vastas migraciones, un gran número de personas deja sus lugares de origen y emprende el arriesgado viaje de la esperanza, con el equipaje lleno de deseos y de temores, a la búsqueda de condiciones de vida más humanas. No es extraño, sin embargo, que estos movimientos migratorios susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas. Esos recelos y prejuicios se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado».
En agosto de 2013 ya había señalado: «El mundo sólo puede mejorar si la atención primaria está dirigida a la persona, si la promoción de la persona es integral, en todas sus dimensiones, incluida la espiritual; si no se abandona a nadie, comprendidos los pobres, los enfermos, los presos, los necesitados, los forasteros; si somos capaces de pasar de una cultura del rechazo a una cultura del encuentro y de la acogida».
En septiembre de 2016 exhortaría proteger a los menores migrantes —«Deseo llamar la atención sobre la realidad de los emigrantes menores de edad, especialmente los que están solos, instando a todos a hacerse cargo de los niños, que se encuentran desprotegidos por tres motivos: porque son menores, extranjeros e indefensos; por diversas razones, son forzados a vivir lejos de su tierra natal y separados del afecto de su familia»—, mensaje que Donald Trump, al llegar a la Presidencia de Estados Unidos, no escucharía, pues enjauló a los niños.
En este mismo mensaje, el papa Francisco responsabiliza también a las naciones expulsoras de migrantes: «Es absolutamente necesario que se afronten en los países de origen las causas que provocan la emigración. Esto requiere, como primer paso, el compromiso de toda la Comunidad internacional para acabar con los conflictos y la violencia que obligan a las personas a huir.
Además, se requiere una visión de futuro, que sepa proyectar programas adecuados para las zonas afectadas por la inestabilidad y por las más graves injusticias, para que a todos se les garantice el acceso a un desarrollo auténtico que promueva el bien de los niños y niñas, esperanza de la humanidad».
Y a los países receptores, como ahora lo es México con muchos venezolanos y haitianos, el papa Francisco nos recordó en mayo de 2022: «La historia nos enseña que la aportación de los migrantes y refugiados ha sido fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades. Y lo sigue siendo también hoy. Su trabajo, su capacidad de sacrificio, su juventud y su entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen. Pero esta aportación podría ser mucho mayor si se valorara y se apoyara mediante programas específicos. Se trata de un enorme potencial, pronto a manifestarse, si se le ofrece la oportunidad». En este mismo mensaje cita a Isaías, celebrando a Jerusalén: «“Tus puertas estarán siempre abiertas, no se cerrarán ni de día ni de noche, para que te traigan las riquezas de las naciones”. La presencia de los migrantes y los refugiados representa un enorme reto, pero también una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos. Gracias a ellos tenemos la oportunidad de conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad. Podemos madurar en humanidad y construir juntos un “nosotros” más grande».
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 12 de marzo de 2023 No. 1444