Por P. Justo López Melús
ALIVIO DE CAMINANTES
Una noche, un hombre tuvo un sueño. Soñó que iba andando por la playa de Dios. Y que se proyectaban en el cielo muchas escenas de su vida. En cada cuadro se veían huellas de pisadas en la arena. A veces la de dos personas, y otras, sólo las de una. Observó que durante los períodos más difíciles de su existencia se veían las huellas de una sola persona.
Entonces se quejó ante Dios.
-Me prometiste, Señor, que siempre caminarías a mi lado. ¿Por qué cuando más te necesité, no estabas conmigo?
El Señor le respondió:
-Cuando viste las huellas de una sola persona, hijo mío, fue cuando tuve que llevarte en mis brazos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 12 de marzo de 2023 No. 1444