Editorial
Publicamos en este número de El Observador un texto extraordinario del Papa Francisco a las superioras de Italia que debe ser leído con suma atención por monjas y mujeres consagradas, por mujeres fieles a la Iglesia y por cada uno de nosotros que nos decimos «portadores» del Evangelio.
Tal como alguna vez, al inicio de su pontificado, habló de los pecados de la Curia (y los ha combatido hasta el cansancio) que se podían extrapolar a cualquier grupo humano organizado para el bien común, incluso a cualquier empresa, el discurso a las monjas y a las consagradas toca un tema especialmente relevante en el anuncio cristiano: la amargura. El Papa la llama “el licor del diablo”.
En efecto, estamos “educados” a encontrarle “el pelo a la sopa”. “Eso está bien, pero…” Ese “pero” que asoma como un puñal, que no deja que las cosas fluyan sin pasar por el tamiz del “yo opino, yo creo, yo digo”. Otro modo de desinflar la presencia de Jesús entre nosotros es el “aunque”. “Sí, eso que dice el padrecito es simpático, aunque le falta…”.
En el texto Te deseo la sonrisa, el Papa Francisco llama a recuperar a los católicos ese don de sonreír que la amargura, el vinagre, el enojo y la ira nos quita. Es un don maravilloso que lo ocultamos entre la selva de la pomposa idea de la “seriedad”. Recordemos aquella certera oración que dice: “Dios mío, haz a los malos buenos y a los buenos un poco más simpáticos”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de abril de 2023 No. 1450