En un mensaje enviado a los participantes de la conferencia de Letrán sobre «Pacem in Terris» el 11 de mayo, Francisco subraya cómo el deseo de poder impulsa las relaciones entre los Estados, asegurando que «es necesaria una profunda reforma de las estructuras multilaterales para garantizar la paz».
Por Benedetta Capelli – Vatican News
Todavía hoy se puede extraer un mensaje «positivo y constructivo» de la encíclica Pacem in terris de Juan XXIII, del 11 de abril de 1963, porque «la paz permanece en el alma y en las aspiraciones de toda la familia humana, de cada pueblo y de cada persona». Así lo escribió Francisco en un mensaje dirigido a los participantes en la conferencia internacional «La paz entre los pueblos. A 60 anni dalla Pacem in Terris», promovida por la Pontificia Universidad Lateranense y el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, que se ha inaugurado hoy 11 de mayo y se clausura mañana.
La guerra sólo genera devastación
«Nunca la guerra -subraya el Papa- ha dado alivio a la vida de los seres humanos, nunca ha sido capaz de guiar su camino en la historia, ni ha logrado resolver los conflictos y las oposiciones que han surgido en su acción». El Pontífice recuerda la devastación que genera: «las víctimas, la destrucción, la pérdida de humanidad, la intolerancia, hasta el punto de negar la posibilidad de mirar al mañana con renovada confianza». Por ello, la paz debe construirse en el compromiso de llevar a cabo una política basada, como afirma la Encíclica, en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Una humanidad sorda
Haciendo balance 60 años después de aquel documento pontificio, Francisco explica que «la humanidad no parece haber comprendido cuán necesaria es la paz, cuánto bien aporta». Añade que «el egoísmo de unos pocos y los intereses cada vez más estrechos de algunos» hacen pensar que las armas son la solución a los problemas, a los conflictos que surgen. Además, si por un lado existen relaciones internacionales que limitan el uso de la fuerza, por otro, «el deseo de poder sigue siendo, desgraciadamente, un criterio de juicio y un elemento de actividad en las relaciones entre Estados. Y esto se manifiesta en diferentes regiones con efectos devastadores sobre las personas y sus afectos, sin escatimar las infraestructuras y el entorno natural».
La carrera de armamentos
El Papa se detiene después en el aumento de los recursos económicos para armamentos, una carrera que ha vuelto «a ser un instrumento de las relaciones entre los Estados», como si la paz fuera posible si se basara sólo «en el equilibrio de su posesión». Son condiciones que generan miedo y terror y que corren el riesgo de precipitarse en cuanto salte una chispa.
La reforma de las estructuras multilaterales
Una vez más, Francisco pide «una profunda reforma de las estructuras multilaterales que los Estados han creado para gestionar la seguridad y garantizar la paz, pero que ahora se ven privadas de libertad y posibilidad de acción. No basta con proclamar la paz si no se es capaz de actuar concretamente, el riesgo es ser «instrumentos partidistas» y dejar de ser herramientas para alcanzar el bien común. Recordando la Pacem in terris, el Pontífice recuerda a los Estados que están llamados «por su naturaleza a servir a sus respectivas comunidades, es su deber actuar según el método de la libertad y responder a las exigencias de la justicia», sabiendo sin embargo que «el problema de la adecuación de la realidad social a las exigencias objetivas de la justicia es un problema que nunca admite una solución definitiva».
Educar para la paz
«Confío a la Universidad la tarea de profundizar en el método de la educación para la paz, para una formación no sólo adecuada, sino ininterrumpida». Lo escribe el Papa al concluir su mensaje, pidiendo una verdadera y propia formación científica, fruto del estudio y de la investigación, de la profundización, de la actualización y de los ejercicios prácticos. «Éste», subraya, «debe ser el camino a recorrer para abrir nuevos horizontes», para formar, en el Ciclo de Estudios en Ciencias de la Paz instituido por el mismo Papa, a las jóvenes generaciones en este camino, fomentando la cultura del encuentro, «base de una comunidad humana modelada según la fraternidad, que es entonces la norma de acción para construir la paz».