Editorial
La semana pasada tanto la OMS como el Gobierno de México decretaron el fin de la emergencia provocada por el Covid-19. Con cierta cautela la OMS, con cierto desparpajo el sector salud de nuestro país, dieron por concluido un período de crisis sanitaria que durante tres años nos mantuvo prendidos de un hilo.
Según los datos fiables, el coronavirus costó 20 millones de vidas en el mundo. Y México contribuyó con 800,000, quizá un poco más. Una catástrofe. ¿Se pudo haber evitado? No lo sabemos de cierto, pero lo suponemos.
Lo que sí podemos evitar ahora es el triunfalismo. El Papa Francisco lo ha repetido: de una crisis no salimos solos, salimos juntos. Y más aún: de una crisis o salimos mejores o salimos peores.
La pregunta, con año electoral en puerta, es si serán capaces de hacer a un lado los intereses de poder quienes se postulan a puestos de elección popular y proponer un camino de unidad para salir de este túnel oscuro en que nos sumió la pandemia.
El panorama no es alentador. La aplanadora morenista ha desplegado su poderío como en los viejos tiempos la aplanadora priista. La oposición no acaba de juntar las piezas necesarias para armar un proyecto de nación que incluya a todos. Un desastre.
La pandemia acabó oficialmente, pero no sus estragos. Y si el individualismo egoísta persiste, la crisis también persistirá.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de mayo de 2023 No. 1454