Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Por los caminos del Tepeyac (Hacia el novenario de años / 2)

Con estas palabras, Nican Mopohua, se conoce uno de los relatos más hermosos y antiguos de las apariciones de la Santísima Virgen de Guadalupe. Podríamos decir que es el texto fundamental de las apariciones y el acta de nacimiento de México, juntamente con la sacrosanta Imagen, según la mentalidad mexica, como lo señala Miguel León-Portilla en su obra sobre los códices.

Tales términos evocarían la denominación de un códice-amoxtli, realizado por un amoxua o el sabio poseedor del códice, quien lo desplegaría para decir “aquí́ se narra…”, es decir, “nican mopohua…”

El texto escrito, que fue compuesto por Antonio Valeriano, indígena y contemporánea de las apariciones; escrito en náhuatl clásico y que data de 1545-1550. (Francisco de Florencia propone su datación en 1540-1545 y otros en 1560). Valeriano (1540-1605) fue alumno y maestro, director del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco (1536), colaborador eximio de Fray Bernardino de Sahagún, del cual diría que era “el principal y más sabio”. Casado con Isabel Huanitzin, bisnieta de Axayácatl, nieta de Tezozómoc, quien en su Crónica Mexicáyotl afirma que esta se desposó con “el señor Don Antonio Valeriano, que no era noble, sino tan solo un gran sabio, ‘colegial’, quien sabía hablar latín, y el cual moraba en Azcapotzalco…”

La crítica más exigente, desde Becerra Tanco hasta el padre José Luis Guerrero y otros, han atribuido la autoría de este relato a don Antonio Valeriano; sus papeles pasaron a don Fernando de Alva Ixtlixóchitl, quien continuó el relato con el Nican Moctepana o los Milagros de Nuestra Señora. Este a su vez estaba emparentado con la esposa de Valeriano.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora, exalumno jesuita (1645-1700) uno de los mayores sabios de México y de su época, poseyó́ este manuscrito pues era íntimo amigo de Juan de Alva Ixtlixóchitl, quien le legó los papeles de su padre Don Fernando de Alva Ixtlixóchitl y lo nombró albacea de su testamento. Por eso dirá́ “Digo y juro que esta relación hallé entre los papeles de D. Fernando de Alva, que tengo todos, y que es la misma letra de Don Antonio Valeriano indio que es su verdadero autor”.

La biblioteca de Carlos Sigüenza y Góngora pasó al Colegio de San Pedro y de San Pablo de los jesuitas y después a la Real Universidad de México. Muchos documentos de esta Universidad fueron saqueados por los norteamericanos en la invasión de 1847. Se encuentran en diversas universidades americanas, oficinas gubernamentales y en el Departamento de Estado en Washington. El manuscrito original se perdió, pero se conserva una copia contemporánea (S.XVI) y se encuentra en la Biblioteca Lennox de Nueva York, ampliamente estudiada por el P. Ernest Burrus S. J. Existen otras dos copias en el Museo Boturini de la Basílica de Guadalupe.

Si se desea profundizar en este tema puede consultarse la obra de Alfonso Junco “Un Radical Problema Guadalupano” y la magnífica obra del padre José Luis Guerrero “El Nicán Mopohua, un intento de exégesis”. También a esta obra le auguramos que será́ contada entre las clásicas por su rigor histórico, por el análisis comparativo y por el acopio de datos que nos ayudan a desentrañar el trasfondo maravilloso del Nicán Mopohua.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 28 de mayo de 2023 No. 1455

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