Por Jaime Septién

Uno de los libros que todas las facultades de comunicación de las universidades católicas deberían estudiar, La prensa libre de Hillarie Belloc, da las claves para entender nuestro oficio. Ahí da cuenta de que la prensa católica debe tener dos cualidades que la distinguen de la “prensa oficial”: libertad e independencia.

La prensa libre e independiente (van de la mano) nace como reacción ante las ideologías, pero también por indignación frente al ocultamiento de la verdad y, finalmente, como indignación frente al poder sin responsabilidades.

Escrito en 1911, el texto de Belloc sigue siendo actual. En efecto, la vieja y buena tradición del periodismo católico mexicano (representado por plumas tan insignes como las de Trinidad Sánchez Santos, Carlos Septién García o Carlos Castillo Peraza, por citar solamente a tres personajes) tiene por común denominador la libertad y la independencia de transformar al mundo desde la fe, pero dialogando con el mundo.

Queda perfectamente claro que este tipo de prensa (la que mueve a El Observador), tiene tres retos: ir en contra de la corriente; ser calificada de excéntrica y sufrir estrecheces económicas. Aun así debe cumplir una responsabilidad: “Proclamar la verdad frente a cualquier incertidumbre”, lo cual “es una necesidad para el alma”.

Nadie va a poner el grito en el cielo si llega a desaparecer. Pero Dios –que ve en lo oculto– sabrá premiar a quienes se aventuraron al límite para comunicar la esperanza.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de julio de 2023 No. 1462

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