EDITORIAL

En Las sandalias del pescador, Morris West anticipó la llegada –15 años ante—de Karol Wojtyla. La novela causó conmoción en 1963, cuando se publicó, y más tarde con la película del mismo nombre, protagonizada por Anthony Quinn, se convirtió en un clásico de los sesenta del siglo pasado. Lo que visualizó West con la decisión de los cardenales de su novela se cumplió con la elección de un Papa eslavo, tras muchos siglos dominados por los italianos. Luego un Papa alemán y, finalmente, un Papa latinoamericano.

El Papa de la novela era ucraniano, el cardenal Lakota, convertido en Cirilo 1. Y en su diario imaginado por el novelista, abre el gran proceso de transformación que ha sido, hasta la fecha y a poco tiempo de cumplir 60 años de haber sido clausurado por Pablo VI el Concilio Vaticano II.  Pero, sobre todo, inaugura, así fuera literariamente, una nueva concepción del papado que viene a ser un retrato fiel de Francisco:

“El Papado es el cargo más paradójico del mundo; el más absoluto y, sin embargo, el más limitado; el más rico en rentas, pero el más pobre en ganancia personal. (…) El hombre que lo acepta afirma tener garantía divina contra el error, pero tiene menos seguridad de salvación que el más mísero de sus súbditos (…) Si dice que no le tientan la autocracia y la ambición, es un embustero. Si no avanza a veces aterrorizado, ni ora a menudo en la oscuridad, entonces es un necio”.  Las críticas al Papa Francisco tienen que ver con estas paradojas. Pero él camina en medio de los jaloneos de los que quieren un Papa a su medida. Con una sola misión: sacar a la Iglesia y presentarla al mundo como lo que es: el verdadero hogar del alma del hombre. De ello hablamos en este número de El Observador.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de julio de 2023 No. 1464

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