Consultor de empresas, conferencista, maestro, doctor en filosofía, comunicador, autor de obras de teatro y un largo, muy largo etcétera, Eduardo Garza Cuéllar es, ante todo, un católico abierto al sistema vital de las ideas de nuestro tiempo y un conversador infinito, siempre con la metáfora sorprendente y con la risa a flor de labios.

Por Jaime Septién

–¿Eduardo, qué cercanía te provoca el Papa Francisco?

R: Más allá de la afinidad circunstancial (su ser argentino, la manera en que ha comprendido y librado las batallas de su generación, el significado de escucharlo hablar en español como su idioma materno), en Francisco sorprende la afinidad de lenguaje, en sentido profundo. Por una parte, hace simple lo complejo. Logra hacer la síntesis de muchas teologías, filosofías y del lenguaje de diversas ciencias sociales para presentarlas de una manera comprensible para todos. Pero, sobre todo, tiene en su corazón las preocupaciones de cualquiera, toca lo cotidiano, le preocupa lo que nos preocupa. Luego, nos invita a ver todo, incluidos los problemas y dilemas más desgarradores de nuestro tiempo, desde la experiencia del amor de Dios y la confianza que inspira su cercanía. La misma experiencia mística se siente en su lenguaje natural, alcanzable, cotidiana…

–¿Qué dirías tú a los que lo consideran “demasiado abierto” para ser Vicario de Cristo?

R: Los invitaría a escucharlo sin demasiadas ideas preconcebidas y con mayor profundidad, sin compararlo con nadie. No fueron pocos los que se perdieron de la novedad de Jesús de Nazaret por estar esperando otro tipo (poderoso, incluso bélico) de mesías.

–¿Tienes algún pasaje especial de este Papa, algo que te haya parecido esencial y que haya pasado desapercibido para el público?

R: Por supuesto. Pero viene de sus años previos, cuando era arzobispo de Buenos Aires. Mi amigo y su amigo, el padre Benjamín Bravo, fue invitado por la arquidiócesis de Buenos Aires y, más tarde, por las 11 arquidiócesis vecinas para dar un curso de pastoral en ciudades enormes…

La metodología de Benjamín era impresionante. Por las mañanas hacía a sacerdotes y obispos caminar las calles, visitar los mercados, las estaciones de tren y de autobús, así como los barrios marginados para encontrar en ellos señales de sentido… Luego se reunían en un aula para obtener aprendizajes e ideas de la realidad y, sólo desde ella, trazar sus planes, proyectos y aventuras pastorales. Cuándo veo al Papa que llegó a salirse del Vaticano para visitar los barrios pobres de Roma, cuando lo veo salir para encontrarse con jóvenes que no le son afines, escucharlos con todo cariño y cuidado y dialogar con ellos, cuando nos invita como iglesia a  estar “en salida“, cuando lo veo dialogar con los más otros, no puedo dejar de pensar que su manera de ser pastor está vinculada con la intuición, la sabiduría y la pedagogía de este gran pastoralista mexicano (el padre Benjamín) fallecido en la pandemia que también caminaba las calles, se movía en  transporte público y aprendía de todos…

–¿El Papa Francisco nos está conduciendo al cambio de época?

R: Tengo claro que vivimos un profundo cambio civilizatorio. Sabemos lo que funcionaba en el paradigma anterior, pero no bien a bien lo que funcionará en el mundo por venir. No sé si el Papa esté “conduciendo” dicho cambio de época. Lo que me queda claro es que lo está viviendo con nosotros y acompañando cercana y amorosamente.

Francisco es un hombre de su tiempo y un pastor. Cercano a la razón histórica, tiene claro que la mejor manera de transitar este cambio de modelo es de la mano. Uno lo escucha y sabe simplemente que no está solo en esta vital y trascendente circunstancia histórica. Eso consuela.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de julio de 2023 No. 1464

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