Por: Juan Diego Camarillo
El 19 de agosto es una fecha especial para todos nosotros que nos dedicamos a la labor fotográfica, ya que conmemoramos el Día Mundial de la Fotografía.
Durante varios años he tenido el privilegio de poner al servicio de la Iglesia esta profesión al capturar los momentos más especiales en mi parroquia y diócesis.
Podemos decir que la fotografía es un medio de evangelización, especialmente en la era actual donde predomina lo visual. La tarea de los fotógrafos que cubren fuente religiosa y que se comprometen, no solamente desde la profesión sino desde una responsabilidad de cristiano, es pensar un mensaje significativo que acerque a la fe.
En mi labor, he tenido el honor de fotografiar a personas realizando actos de devoción antes de partir de este mundo. Estas imágenes trascienden lo visual para convertirse en recordatorios profundos para sus familias y testimonios conmovedores para la comunidad, recordándoles que la luz de la fe en Cristo nunca debe apagarse.
Jesús en la Eucaristía es una presencia constante en mi trabajo fotográfico, captado tanto en la cotidianidad del altar como en momentos extraordinarios, como cuando lo fotografié al atardecer en el exterior. En medio de la desolación, su luz iluminaba a aquellos que se sentían oscurecidos por la incertidumbre del confinamiento en 2020.
Cristo siempre está con nosotros a lo largo del tiempo, siendo el mismo en el pasado, el presente y el futuro. Ha cumplido fielmente su promesa de acompañarnos todos los días. En este contexto, la fotografía emerge como una herramienta que revela el «esto-ha-sido», capturando la esencia misma de su constante e inefable presencia. A través de estas imágenes, se destaca su inquebrantable compromiso de estar a nuestro lado, aguardando con los brazos siempre abiertos para recibirnos.
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