Por el padre Justo López Melús
Dios se disfrazó de mendigo, fue a un pueblo, a casa del zapatero y le dijo:
–Hermano, no tengo dinero y tengo las sandalias rotas. ¿Podrías arreglármelas?
Respondió el zapatero:
–Estoy cansado, todos me piden y nadie me da.
–Yo puedo darte lo que necesites.
–¿Podrías darme un millón de dólares para ser feliz?
–Puedo darte lo que quieras, a cambio de algo.
–¿A cambio de qué? –preguntó el zapatero.
–A cambio de tus piernas–contestó el Señor.
–¿Y para qué quiero dinero si no puedo caminar?
–Puedo darte cien millones por tus brazos.
–¿Y para que los quiero si no puedo comer solo?
–Puedo darte mil millones por tus ojos.
–¿Y para qué quiero mil millones si no voy a poder ver a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos?
Entonces concluyó el Señor: –Ah, hermano, ¡qué fortuna tienes y no te das cuenta!
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de agosto de 2023 No. 1468