Por Raúl Espinoza Aguilera
Desde la Resurrección de Jesucristo, el cristianismo se extendió rápidamente por todo el mundo conocido. Se asegura que para el Siglo Segundo estaba difundido por toda la cuenca del Mar Mediterráneo. Es decir, Turquía, Palestina, Líbano, Grecia, Macedonia, Italia, Francia, España, Portugal y las regiones del norte de África.
¿Cómo explicar esta gesta? Por el enorme amor a Dios-Padre que Jesús había dejado en sus Apóstoles y la acción portentosa e imparable del Espíritu Santo.
Desde esa época se adhirieron miles de mujeres y hombres con su entrega completa al Señor: unos como sacerdotes, otros como religiosos o misioneros. El hecho es que consagraron sus vidas a Dios mediante la virginidad, el celibato apostólico, la pobreza y la obediencia. Se fundaron cientos de hospitales de beneficencia, orfanatos, asilos de ancianos, escuelas gratuitas y muchas obras de amor.
Recuerdo que un grupo de universitarios y yo visitamos un asilo de ancianos. El plan era llevarles algunos sencillos regalos, revistas que les gustaban y, sobre todo, un rato de conversación agradable y cordial con quienes vivían en aquel paupérrimo asilo. De pronto, un anciano -con cerca de 90 años, que se movía en silla de ruedas- vomitó con estrépito y abundantemente. Los jóvenes que fuimos a visitarlos nos quedamos paralizados sin saber qué hacer. Al instante una religiosa, de hábito blanco, se puso a limpiarlo. Y al observar nuestras caras de asombro, comentó:
–Es el Amor de Dios lo que nos mueve a realizar estos desagradables trabajos…
Del mismo modo, matrimonios de cristianos realizaron lo que se llamó “migraciones apostólicas”. Es decir, los maridos y sus esposas -ya cristianos- decidían trasladarse a vivir a otras regiones donde había que instaurar la semilla del cristianismo y fortalecer su presencia. Ese buen ejemplo “entraba por los ojos” de que no había que ser religioso o sacerdote para seguir las huellas de Jesucristo. De ahí surgieron las primeras familias cristianas que educaron a sus hijos en la fe.
Toda esa revolución cristiana dejó un profundo sedimento de lo que vendría a suceder con el devenir de los siglos: la difusión de la doctrina de Cristo por los cinco continentes. Muchas virtudes y valores que observamos hasta nuestros días han nacido de la enseñanza de Jesucristo. Por ello, se dice que vivimos dentro de la civilización cristiana.
El cristianismo extendió sólidamente las bases de esta civilización. Aunque nunca han faltado ataques, infundios y calumnias contra el cristianismo, la fe se ha mantenido sólidamente lo que demuestra que es Cristo quien guía a su Iglesia con el Papa a la cabeza, como Cabeza Visible.
Un botón de muestra es la República Mexicana nos encontramos multitud de Instituciones para la Asistencia Privada, por ejemplo: Hospital de Jesús, I.A.P. Nacional Monte de Piedad, I.A.P. Fundación Luz Saviñón, I. A. P. Fundación Dondé, I.A.P. Asociación para Evitar la Ceguera, I.A.P. Hospital de Nuestra Señora de la Luz, I.A.P. Fundación Conde Valenciana, I.A.P. Fundación Gonzalo Río Arronte, I.A.P. Cruz Roja Mexicana, I. A. P., y muchas otras más Todas estas instituciones son sin fines de lucro dedicadas a causas de interés social. ¿Y cómo se sostienen económicamente? Gracias a la generosidad de miles de ciudadanos en todo México.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de octubre de 2023 No. 1473