Por P. Fernando Pascual

Es un peligro que amenaza a cada persona: esforzarse en parecer ser buena sin serlo realmente.

Los motivos pueden ser diferentes: para esconder los propios pecados y evitar castigos; para “subir” en el aprecio de los demás mientras la vida real va por otros caminos.

Nos damos cuenta de la hipocresía de este tipo de comportamientos. Porque uno, si actúa mal conscientemente, de modo continuo, se aparta de la verdadera justicia aunque los demás lo aplaudan como buena persona.

La justicia auténtica surge cuando uno busca vivir correctamente, piensen lo que piensen los demás.

Incluso, y ya Platón había imaginado esta posibilidad, uno debe seguir siendo honesto aunque algunos, falsamente, lo critiquen como mala persona.

La vida ética auténtica surge cuando luchamos contra las tendencias que nos llevan al pecado, cuando reconocemos con humildad nuestras malas acciones, y cuando nos orientamos con decisión hacia el bien, la verdad, la justicia.

Nunca ha resultado fácil. En parte, porque en nuestro interior hay desórdenes no del todo controlados. En parte, porque el mundo y el demonio nos empujan, una y otra vez, hacia el mal camino.

Los hombres y mujeres de todos los tiempos que han optado por la coherencia en el bien muestran que sí resulta posible romper con la hipocresía, el disimulo, el engaño, para correr por el camino que conduce a la virtud.

Este día quizá surjan tentaciones de escoger lo malo y de ocultarlo con buenos modales y una sonrisa falsa. Si las vencemos, nos habremos alejado del peligro de parecer ser buenos sin serlo, y nos acercaremos a Dios, que desprecia a los hipócritas y que ama a los puros, los justos y los que aman, honesta y limpiamente, a los demás.

 
Imagen de Sammy-Sander en Pixabay


 

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