Por Alejandro Cortés González-Báez

Hace tiempo, después de leer mi artículo: “Cuando me muera” una señora se extrañó de que me hubiera puesto tan melancólico. Ustedes han de perdonar tanta melancolía. ¿Nunca se ha metido usted a “pasear” por un cementerio, panteón o camposanto? Yo lo hago de vez en cuando y aprovecho para rezarle a los difuntos y curiosear en sus lápidas, pues a veces me sirve para recordar lo que será de mí en el futuro.

Aunque parezca contradictorio, considero que la muerte es una excelente maestra de vida. Por otra parte, está claro que cada uno se gana con su conducta su muy personal epitafio. Pienso que, si tenemos esto presente, podremos esforzarnos cada día un poco en luchar contra nuestros defectos y en afianzar nuestras virtudes tratando de ser mejores de lo que somos.

Un monumento en una rotonda de una gran ciudad, o montañas de coronas de flores, corren el riesgo de adecuarse más al “status” económico o a las habilidades políticas del difunto, que a lo que realmente hizo en su vida. Cuánta grandeza puede estar enterrada en el pobre panteón de un humilde pueblo. . . pero a veces nos cuesta trabajo entenderlo.

Si usted lo desea trate de inventar un buen epitafio para su tumba, y así le ahorrará la molestia a sus deudos cuando hayan de cubrir sus restos. Yo por lo pronto, sugiero algunos:

Para un mediocre: Aquí no yace nadie.

Para una buena esposa: Descanse en paz la mitad de mí.

Para un buen esposo: A la memoria del mejor hombre.

Para una esposa engorrosa: Ahhhhhhhhh.

Para un esposo insoportable: Fecha de nacimiento, y fecha de defunción.

Para una buena suegra: A la memoria de mi otra mamá.

Para una suegra imprudente: “Si tú quieres ponerle epitafio a tu mamá, allá tú”.

Para un buen hijo: Siempre te extrañaremos.

Para un(a) hijo(a) rebelde: Siempre te extrañaremos con todo nuestro cariño.

Para un soberbio: Pobres de los gusanos los que te coman.

Para un ateo: ¿No que no?

Para un mentiroso: No estamos seguros de que haya alguien aquí.

Para un vanidoso: ¿Y tánto para esto?

Para un egoísta: Aquí está, tan solo como vivió.

Para un avaro: Lo enterramos con lo que traía puesto, sin féretro.

Para un calumniador: La tierra es amarga para quien tenía entrañas amargas.

Para un usurero, un narcotraficante o un secuestrador: Que Dios sea justo contigo.

Para un pervertidor de menores: Que Dios lo deje en las manos de aquel.

Para un ambicioso: En el bolsillo derecho te dejamos tu chequera, para lo que necesites.

Para una abuela cariñosa: Abue: ¿Dónde dejaste los chocolates?

Para un abuelo juguetón: Abuelito: ¿Puedo quedarme con tus canicas?

Para la Madre Teresa de Calcuta: Madre Teresa de Calcuta. (Todo lo demás, sobra)

Para una buena madre: Descanse en paz la mejor mamá.

Para un buen papá: Papito

Para una madre regañona: Gracias mamá.

Para un niño abortado: Perdónalos, porque no saben lo que hicieron.

Para un flojo: Aquí sigue haciendo lo de siempre.

Para quien trabajó toda su vida: “Dale Señor el descanso eterno. . . se lo ganó”.

Para un(a) chico(a) con síndrome de Down: Aquí reposa un angelote.

Para un(a) novio(a) a quien se amó en verdad: Aquí estamos enterrados los dos.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 10 de diciembre de 2023 No. 1483

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