Por Rebeca Reynaud

«La sabiduría hace al sabio más poderoso que diez gobernantes en una ciudad» (Qohélet)

 «Los libros, las mentes y los paraguas sólo sirven si se abren»

Hay quien tiene mucha información, pero poca formación. Un alumno de secundaria debe leer alrededor de 100 libros en esos tres años. También debe aprender que no todo lo que dicen los libros es cierto. La lectura se dirige a los sentidos internos, exige un esfuerzo de asimilación y de imaginación; en cambio cuando el cine presenta las imágenes, son los productores los que hacen el esfuerzo, y se dirigen a los sentidos externos.

  • La lectura no sólo proporciona información, sino que crea hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo y concentración. Y recrea, hace gozar, entretiene y distrae.
  • La lectura ayuda al desarrollo y perfeccionamiento del lenguaje. Mejora la expresión oral y escrita y hace el lenguaje más fluido.
  • La lectura matiza las relaciones humanas, enriqueciendo los contactos personales.
  • La lectura no sólo alimenta nuestro espíritu, también crea un estilo de vida más pausado.
  • La lectura ayuda a escribir y a hablar de modo correcto. También ayuda a tener más vocabulario y constituye un modo de descansar.

Hay necesidad de que la cultura llegue a todos a través de lecturas y medios audiovisuales. Uno puede tomarse la lectura como una actividad divertida y motivadora. A los bebés les encanta escuchar las voces humanas. ¿Qué mejor manera de ayudarles que recitándoles poemas para que afinen su oído?

La literatura tiende a manifestar la manera de ser propia del hombre, sus problemas y sus experiencias en el intento de conocerse a sí mismo y al mundo, y se esfuerza por conocer su situación en la historia y por dar sentido a sus dolores y alegrías.

La lectura de obras literarias de altura constituye una fuente de conocimiento. Nos permite comprender por dentro la vida de sus procesos de edificación o destrucción.

Más de uno tenemos la experiencia de lo que ayuda leer vidas de santos: de Francisco y Jacinta Marto, Padre Pío, Santa Teresa de Jesús, Santa Teresita de Lisieux, San Juan Bosco, San Josemaría, San Juan de la Cruz… San Gregorio Magno decía en el siglo VI: “Debemos conocer la vida de los santos para atinar en la corrección de nuestra propia vida… y así, el fuego de la juventud espiritual, que tiende a apagarse por el cansancio, revive con el testimonio y el ejemplo de los que nos han precedido” (Moralia, 24, 8.15). San Pío de Pietrelcina decía: “En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos”.

Ser intelectualmente cristianos significa identificarse con lo que Cristo dijo, tener conformado el pensamiento con esa doctrina; es decir, vivir y actuar, pensar, construir la propia existencia como una persona dotada de conciencia cristiana.

San Antonio María Claret decía: “Uno de los medios que la experiencia me ha enseñado como el más poderoso para el bien es la imprenta. No todos pueden oír la divina Palabra, pero todos pueden leer un buen libro. El predicador no siempre podrá estar predicando, pero el libro siempre estará diciendo lo mismo, nunca se cansa, siempre está dispuesto a repetir lo mismo, una y mil veces. Hoy día la lectura de libros buenos es de absoluta necesidad. Los libros han de ser pequeños porque la gente anda de prisa”.

Hay gente que fanfarronea y dice: “Yo leo de todo”. El alimento podrido no lo comen ni los animales, ¿vamos a alimentarnos de lecturas “podridas”?… Bajo el pretexto de favorecer la cultura se autorizan las lecturas más perjudiciales en las que los gérmenes de la lujuria y de los errores filosóficos y teológicos se arrojan sin parsimonia.

Hay que saber que existen revistas y libros que deberían de estar prohibidos, ¿cuáles son? Los que suponen un peligro real y efectivo porque justifican la deshonestidad, la corrupción, el suicidio, la superstición, magia, evocación de espíritus. Una experiencia de siglos muestra que los libros erróneos o contrarios a la moral, son un peligro individual y social. La historia atestigua que el ser humano con frecuencia se deja seducir por la apariencia de verdad que siempre hay en todos los errores.

Las personas que han leído autores clásicos tienen una visión más penetrante de la realidad. Leer autores valiosos alza el nivel del pensamiento, ayuda a amar y a conocer la verdad sobre el mundo y sobre el ser humano.

Leer ayuda a matizar, a razonar y participar en el debate cultural que se refleja en los medios de comunicación y en la vida diaria. Además, la buena literatura, clásica y contemporánea —narrativa, dramática, poética—, ha contribuido siempre a la formación ética y a la educación de los sentimientos, aspectos esenciales de la madurez humana.

Leer textos literarios de calidad contribuye a nuestra formación personal porque nos impulsa a movernos en distintos planos de realidad y a ver cómo ciertas realidades y acontecimientos integran dos o más modos diferentes de realidad. Esta flexibilidad mental amplía considerablemente nuestra visión de la realidad y de la vida. Alfonso López Quintás aconseja acostumbrarnos a descubrir al vuelo el plano de realidad en que nos estamos moviendo en cada momento o se mueve el personaje de una obra literaria o la persona con la que conversamos es un paso indispensable para pensar con rigor y orientar debidamente la vida.

 
Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay


 

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