Por P. Fernando Pascual
Vamos al laboratorio para nuevos análisis. Lo ha pedido el médico, o ha llegado el momento, después de un tiempo razonable, de una revisión general.
Tras los análisis, pasa un poco de tiempo antes de que lleguen los resultados. En ocasiones, basta un día para recibirlos. Otras veces, hay que esperar varios días o incluso semanas.
El tiempo de espera de los resultados puede transcurrir tranquilamente: no esperamos (no tememos) noticias preocupantes.
Pero hay momentos en los que la espera está teñida de incerteza. ¿Habrá aparecido un síntoma peligroso? ¿Tendré un aviso de un parámetro preocupante? ¿Me llamarán para hacer nuevos análisis que corroboren o descarten una enfermedad que desearía nunca iniciase?
La incerteza puede generar miedo, o preocupaciones, o incluso influir en nuestros proyectos. ¿Qué hacer si me avisan que ha iniciado un tumor? ¿Cómo reaccionar si me dicen que los pulmones tienen una mancha extraña? ¿Y si me informan que hay un importante descenso de hierro en la sangre?
En otras ocasiones, si uno lleva meses de tratamientos y medicinas, la incerteza puede ser un momento de esperanza: quizá la mejoría se hace evidente, y los resultados simplemente la confirman.
Notamos, entonces, las diferentes maneras de esperar unos resultados de laboratorio, por ahora misteriosos, pero siempre importantes para comprender nuestro estado de salud y las posibilidades que tenemos ante nosotros.
Ha llegado un mensaje al correo electrónico. Los resultados ya están disponibles. Me siento un momento, miro por la ventana, respiro con calma, y abro unas páginas llenas de números y estadísticas.
Si hay alguna señal de alarma, necesito interpretar con la mayor exactitud posible ese dato señalado en rojo y que indica que algo no funciona correctamente.
Si todo parece bajo control, experimentaré un gran alivio y alegría, al mismo tiempo que sentiré el deseo de buscar las mejores maneras para aprovechar la salud y el tiempo que Dios ha puesto en mis manos.
Sean cuales sean los resultados, sé que todo puede servir para el bien si me dejo guiar por Dios. Él sabe lo que será mejor para mi vida. Confiaré en su Voluntad, y buscaré realizar en cada momento ese bien posible que todos podemos realizar en las diferentes situaciones de la vida.
Imagen de Chokniti Khongchum en Pixabay