Por Rebeca Reynaud

Hace poco escuché la conversión de Inmaculada García, quien relata que nació en una familia católica, pero ella dejó toda práctica religiosa; estudiaba y trabajaba y, en su trabajo una amiga notó que padecía ansiedad. El médico le dio pastillas para dormir y pastillas para estar despierta al día siguiente. Le iba mal en el estudio y en el trabajo. Los fines de semana salía con su pandilla y a veces se le pasaban las copas. Sus padres se preocuparon y vieron que era contraproducente decirle algo así que decidieron guardar silencio y rezar por ella. Un día llegó de madrugada y vio que su madre se preparaba un café a esa hora y le preguntó:

– ¿Qué haces levantada a esta hora?

Su madre respondió:

–  Te esperaba. Tu padre y yo hemos decidido ir a Misa diariamente en compensación por las Misas que tú te pierdes.

Ella se dio la media vuelta y se fue a dormir, pero esa idea se le quedó clavada.

Sus padres no sabían qué hacer con ella pues vieron que se estaba autodestruyendo. Un amigo les recomendó enviarla a Medjugorje, en Bosnia, pero no tenían el dinero. Se lo encomendaron a la Virgen y al padre le llegó un dinero que tenían pendiente de pagarle. Sin ilusión por el viaje ella se fue. Allá no fue a ninguna actividad, se quedó tomando cerveza en un estanquillo. Allí conoció a un muchacho del lugar y se hicieron amigos. El último día reflexionó: “Todos están felices, cuentan experiencias emocionantes, y yo, ¿qué? Dios mío, ¿qué quieres de mí?”.

Y una idea rondó su cabeza: “¡Confiésate!”. No pensaba hacerlo, pero lo hizo y el sacerdote le dijo: “Ahora la Inmaculada Concepción le dará un abrazo a su hija Inmaculada”. Ella replicó: “Pero no me siento perdonada”. El confesor le dijo: “Anda, ve a comulgar, de penitencia”. Así lo hizo y sintió una enorme alegría. Un peso se le quitó de encima.

Cuando regresó a España le preguntaron: “¿Qué cambió en ti?”. Ella respondió: “Antes vivía sin sentido y llevaba una vida que pesaba. Ahora me he liberado y me sé amada por Dios”.

Inma vive ahora con su marido en Medjugorje, ya que se casó con el croata que le servía las cervezas, dos años después de su viaje y ahora tiene tres hijos. Se le ve feliz (en MATER MUNDI, en una entrevista que se llama “De una vida desordenada a convertirse en Medjugorje, y allí conoce al amor de su vida.”).

Las obras más grandes Dios nos las da gratuitamente: la creación, la redención, su Presencia real en la eucaristía, el reino de su Divina Voluntad, la conversión, etc. Podemos rezar así: “Señor, que tu Voluntad divina viva en mi alma”.

La presencia de Jesús en tu alma transforma tu vida y tu familia. Dios es familia, es un misterio de amor. El hombre es imagen de Dios porque es un ser para el amor.

 
Imagen de Robert Cheaib en Pixabay


 

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